El tema que ha ocupado la mayor parte de mis esfuerzos: el inminente peligro de una guerra que sería la última de la prehistoria de nuestra especie, al que dediqué nueve Reflexiones desde el 1º de junio, constituye un problema que se agrava por día.
Como es lógico, el 99,9 % de las personas anidan la esperanza de que un elemental sentido común prevalezca.
Ya, desdichadamente, por todos los elementos de la realidad que percibo, no le veo la más mínima posibilidad de que sea así.Por ello, pienso que sería mucho más práctico que nuestros pueblos se preparen para encarar esa realidad. En ello consistirá nuestra única esperanza.
Los iraníes han hecho precisamente eso, como hicimos nosotros en octubre de 1962, en que optamos por desaparecer antes que plegar nuestras banderas.
Fue ayer como hoy, por designios del azar, no méritos de la inteligencia o de la historia individual de cualquiera de nosotros.
Las noticias que llegan cada día procedentes de Irán, no se apartan un milímetro de la posición señalada por ellos de sostener sus justos derechos a la paz y al desarrollo, con un elemento nuevo: ya han logrado producir 20 kilogramos de uranio enriquecido al 20%, suficientes para construir un artefacto nuclear, lo que enloquece aún más a quienes hace rato adoptaron la decisión de atacarlos. Eso lo analicé el viernes 16 con nuestros embajadores.
Ni Obama podría alterarla, ni ha mostrado en ningún momento la decisión de hacerlo.› Leer Más
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