Por M. H. Lagarde
En Miami, por lo visto, es algo obligatorio mezclar el arte y el talento con la política. Cuando digo política, hablo, por supuesto, de tal vez la política más reaccionaria que se practica en toda la faz de la tierra.
Así lo demuestra toda una camarilla de artistas, esencialmente músicos, que, aún cuando unos tocan muy bien, otros más o menos y otros peor, parecen estar obligados a constantemente estar dando, a través de las televisoras, emisoras de radio o periódicos locales, arengas de la más rancia politiquería.
El mejor ejemplo ahora mismo es el de Paquito de Rivera quien, a propósito del concierto que esta noche ofrecerá la orquesta cubana los Van Van en el James L. Knight Center, ha publicado un comentario -con tintes de amenaza en El Nuevo Herald-, alentando a un mitin de repudio contra la orquesta Van Van, por parte de unos “adoloridos” exiliados a quien les resulta una ignominia imperdonable que se toque en Miami temas profundamente "revolucionarios" como “El negro está cocinando”, "La Titimanía", “Eso que anda” o "Pastorita quiere guararei".
Para alentar a tales indignados el saxofonista, en su peor faceta de propagandista, pone una serie de ejemplos para demostrar que el arte sí está irremediablemente ligado a la política.
Para sustentar su convocatoria a repudiar a los Van Van, Rivera recuerda cuando los "judíos rusos protestaron en grande contra la presentación del Ballet Bolshoi en Lincoln Center. Le prendieron fuego a unos tanques de basura, y durante la función soltaron un montón de guayabitos que aterrorizaron a las señoras copetudas que asistían al Ballet asiduamente".
O cuando "otro bateo similar dieron los refugiados chinos, cuando el viejo Bush declaró la tierra de Mao ``nación más favorecida'', y como a los artistas siempre los usan de tropa de choque, mandaron por delante a la Opera de Pekín al Kennedy Center de Washington".
Rivera recuerda también cuando "Paul Simon tuvo también la infausta idea de volar a Johannesburgo, y dicen que a su regreso, un grupo de estos artistas y sus fans le dieron un tremendísimo ``mitin de repudio'' en el aeropuerto al autor de Bridge Over Troubled Water".
Y agrega el músico: "Esta vez, después de 10 años de ausencia (pero no de olvido), Juan Formell y sus Van Van se presentan en Miami, y los exiliados, como es de esperarse, ya les tienen preparado su showcito multitudinario en la entrada del James L. Knight Center".
O sea, que según la lógica del músico uno puede ser fascista simplemente porque otros, anteriormente, ya han practicado el fascismo. Siguiendo esa línea de pensamiento cualquiera pudiera volver a volar en el aire un avión civil con 73 pasajeros o más, qué importa la cifra, por que eso ya lo hizo, como acto de repudio a la Revolución Cubana, Posada Carriles.
No obstante y como el mismo Paquito de Rivera afirma en los Estados Unidos, por suerte, no todos comparten su reaccionaria y facistoide manera de pensar: "Por alguna razón, el mismo principio no se aplica cuando se trata de la Cuba de Castro. La ONU quiere que el embargo sea levantado y los rockeros no se juntan para demandar el fin del abuso contra los derechos humanos cometidos sistemáticamente por el gobierno cubano. Los americanos amantes de la música no vacilan en apoyar entusiastamente a Los Van Van".
Está claro que al ex músico de Iraquere le pone la cabeza mala el hecho que "cuando los cubanoamericanos protestan su presencia en sus predios, estos no son vistos como gente peleando por la libertad de su tierra natal, sino como una banda de trogloditas de extrema derecha a favor de la censura".
Y cual un Posada Carriles del jazz, lanza su llamamiento a las hordas de la contrarrevolución: "Yo me alegro de no estar allí, Juanito, ni dentro ni fuera, pero como te estimo, me acongoja tu caso, pues tanto la valentía y la libertad como la complicidad y el disimulo tienen sus precios; y de que los exiliados van a recordarte esos altísimos precios no lo dudes, porque todo parece indicar que esos sí que de que van, van".
Ni a Ninoska Pérez Castellón se le ha ocurrido dar la nota con tan libre improvisación de sandeces. Es digno reconocer que la comentarista radial reconoció hace pocos días en El Nuevo Herald que: “Los pocos oyentes que han llamado para pedir que se proteste violentamente contra la presencia de Los Van Van ‘‘no representan el sentir de esta comunidad''.
Triste papel el de Paquito de Rivera, un talentoso músico devenido nada menos en ideólogo de los Saavedra and Company.
En Miami, por lo visto, es algo obligatorio mezclar el arte y el talento con la política. Cuando digo política, hablo, por supuesto, de tal vez la política más reaccionaria que se practica en toda la faz de la tierra.
Así lo demuestra toda una camarilla de artistas, esencialmente músicos, que, aún cuando unos tocan muy bien, otros más o menos y otros peor, parecen estar obligados a constantemente estar dando, a través de las televisoras, emisoras de radio o periódicos locales, arengas de la más rancia politiquería.
El mejor ejemplo ahora mismo es el de Paquito de Rivera quien, a propósito del concierto que esta noche ofrecerá la orquesta cubana los Van Van en el James L. Knight Center, ha publicado un comentario -con tintes de amenaza en El Nuevo Herald-, alentando a un mitin de repudio contra la orquesta Van Van, por parte de unos “adoloridos” exiliados a quien les resulta una ignominia imperdonable que se toque en Miami temas profundamente "revolucionarios" como “El negro está cocinando”, "La Titimanía", “Eso que anda” o "Pastorita quiere guararei".
Para alentar a tales indignados el saxofonista, en su peor faceta de propagandista, pone una serie de ejemplos para demostrar que el arte sí está irremediablemente ligado a la política.
Para sustentar su convocatoria a repudiar a los Van Van, Rivera recuerda cuando los "judíos rusos protestaron en grande contra la presentación del Ballet Bolshoi en Lincoln Center. Le prendieron fuego a unos tanques de basura, y durante la función soltaron un montón de guayabitos que aterrorizaron a las señoras copetudas que asistían al Ballet asiduamente".
O cuando "otro bateo similar dieron los refugiados chinos, cuando el viejo Bush declaró la tierra de Mao ``nación más favorecida'', y como a los artistas siempre los usan de tropa de choque, mandaron por delante a la Opera de Pekín al Kennedy Center de Washington".
Rivera recuerda también cuando "Paul Simon tuvo también la infausta idea de volar a Johannesburgo, y dicen que a su regreso, un grupo de estos artistas y sus fans le dieron un tremendísimo ``mitin de repudio'' en el aeropuerto al autor de Bridge Over Troubled Water".
Y agrega el músico: "Esta vez, después de 10 años de ausencia (pero no de olvido), Juan Formell y sus Van Van se presentan en Miami, y los exiliados, como es de esperarse, ya les tienen preparado su showcito multitudinario en la entrada del James L. Knight Center".
O sea, que según la lógica del músico uno puede ser fascista simplemente porque otros, anteriormente, ya han practicado el fascismo. Siguiendo esa línea de pensamiento cualquiera pudiera volver a volar en el aire un avión civil con 73 pasajeros o más, qué importa la cifra, por que eso ya lo hizo, como acto de repudio a la Revolución Cubana, Posada Carriles.
No obstante y como el mismo Paquito de Rivera afirma en los Estados Unidos, por suerte, no todos comparten su reaccionaria y facistoide manera de pensar: "Por alguna razón, el mismo principio no se aplica cuando se trata de la Cuba de Castro. La ONU quiere que el embargo sea levantado y los rockeros no se juntan para demandar el fin del abuso contra los derechos humanos cometidos sistemáticamente por el gobierno cubano. Los americanos amantes de la música no vacilan en apoyar entusiastamente a Los Van Van".
Está claro que al ex músico de Iraquere le pone la cabeza mala el hecho que "cuando los cubanoamericanos protestan su presencia en sus predios, estos no son vistos como gente peleando por la libertad de su tierra natal, sino como una banda de trogloditas de extrema derecha a favor de la censura".
Y cual un Posada Carriles del jazz, lanza su llamamiento a las hordas de la contrarrevolución: "Yo me alegro de no estar allí, Juanito, ni dentro ni fuera, pero como te estimo, me acongoja tu caso, pues tanto la valentía y la libertad como la complicidad y el disimulo tienen sus precios; y de que los exiliados van a recordarte esos altísimos precios no lo dudes, porque todo parece indicar que esos sí que de que van, van".
Ni a Ninoska Pérez Castellón se le ha ocurrido dar la nota con tan libre improvisación de sandeces. Es digno reconocer que la comentarista radial reconoció hace pocos días en El Nuevo Herald que: “Los pocos oyentes que han llamado para pedir que se proteste violentamente contra la presencia de Los Van Van ‘‘no representan el sentir de esta comunidad''.
Triste papel el de Paquito de Rivera, un talentoso músico devenido nada menos en ideólogo de los Saavedra and Company.
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