viernes, 9 de octubre de 2009

Nobel de la Paz para Obama, un premio bien otorgado


Por M. H. Lagarde

Comparto plenamente el entusiasmo de Saramago de saludar el Premio de la Paz que acaba de recibir Obama como "una inversión". Puede que el Instituto Nobel que entrega el importante galardón haya pensado lo mismo y haya escogido al actual mandatario norteamericano con una visión de futuro.
Con antelación, a casi todos los premiados con el Nobel por la Paz se les ha estimulado con carácter retroactivo y los distinguidos poco han podido hacer -salvo firmar cartas, escribir, en los periódicos-, por nuevas tragedias ocurridas en el mundo.
En el caso de Obama, el premio no puede estar mejor otorgado si se tiene en cuenta que el presidente norteamericano dirige nada menos que el imperio de la guerra.
El premio sin dudas le dará mucha mayor fuerza moral entre sus correligionarios de Washington para poder culminar varias de las promesas que pesaron en la balanza a la hora de recibir el galardón, como cerrar la cárcel base naval de Guantánamo, acabar con la guerra de civilizaciones con el mundo musulmán, lograr la paz en el medio oriente y acabar con las armas nucleares en el mundo.
Obama, incluso, con uno o probablemente otro mandato por delante, desde su privilegiada posición de primer hombre del imperio, podría hacer mucho más. Extirpar de ciudades norteamericanas, como Miami, el terrorismo representado por personajes como Posada Carriles y Orlando Bosch, liberar a los Cinco Héroes antiterroristas cubanos, cerrar todas las bases militares de Estados Unidos en el mundo, incluida, por supuesto, la Base Naval de Guantánamo, acabar con el golpismo en América Latina y poner fin al bloqueo a Cuba.
Si los halcones de Washington le permitieran hacer nada más que la mitad de lo señalado arriba, entonces podría decirse que la designación de Obama como Premio Nobel de la Paz, valió la pena.

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