Por Juan Manuel Montoto Pascual
Atraído por el legado que el escritor norteamericano Ernest Hemingway nos ha dejado, asistí el pasado mes de junio al 12 Coloquio Internacional celebrado en el hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja. En un evento marcado por el calor, se sucedían las conferencias. Una de ellas tuvo especial resonancia y recibió muchos aplausos: Influencia de Cuba en el arte de la narración de Ernest Hemingway en El viejo y el mar, del joven norteamericano Andrew Feldman, investigador del autor de Por quién doblan las campanas.
Ese texto atrajo mi atención por la capacidad de interiorizar en la espiritualidad y forma de ser de los cubanos. Su manera de interpretarnos y llegar a nuestra idiosincrasia me hizo acercarme al también profesor de la Universidad de Maryland y solicitarle una entrevista, durante la visita de todos los participantes en el evento a la Finca Vigía.
Al final del recorrido terminamos en una amena conversación a un lado del antiguo Bungalow-garaje de Hemingway, uno de los lugares de la mansión preferidos por el escritor y que, por cierto, está en los planes de reparación para el año próximo.
Atraído por el legado que el escritor norteamericano Ernest Hemingway nos ha dejado, asistí el pasado mes de junio al 12 Coloquio Internacional celebrado en el hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja. En un evento marcado por el calor, se sucedían las conferencias. Una de ellas tuvo especial resonancia y recibió muchos aplausos: Influencia de Cuba en el arte de la narración de Ernest Hemingway en El viejo y el mar, del joven norteamericano Andrew Feldman, investigador del autor de Por quién doblan las campanas.
Ese texto atrajo mi atención por la capacidad de interiorizar en la espiritualidad y forma de ser de los cubanos. Su manera de interpretarnos y llegar a nuestra idiosincrasia me hizo acercarme al también profesor de la Universidad de Maryland y solicitarle una entrevista, durante la visita de todos los participantes en el evento a la Finca Vigía.
Al final del recorrido terminamos en una amena conversación a un lado del antiguo Bungalow-garaje de Hemingway, uno de los lugares de la mansión preferidos por el escritor y que, por cierto, está en los planes de reparación para el año próximo.
—¿Cuándo y cómo llega Andrew Feldman a Ernest Hemingway?
—Hará unos cinco años, cuando en la Sorbona de París hice mi doctorado sobre Hemingway y el escritor francés Albert Camus.
—Ahora que se cumplen 110 años del natalicio de Hemingway, ¿considera usted que su obra literaria mantiene vigencia?
—Su obra es moderna. Hablamos de uno de los escritores más famosos, que constituye paradigma para muchos y que ha ejercido una influencia enorme en la obra de numerosos contemporáneos.
«Eso de que su obra caiga en el olvido es difícil. Porque cuando se conoce a Hemingway, cuando se lee su obra, cambia totalmente la manera de interpretar, de leer, incluso de pensar la vida. Él puede o no gustarte, pero su grandeza es indudable».
—¿Por qué escogió para su ponencia el tema de la influencia de Cuba en el arte de la narración de Ernest Hemingway en El viejo y el mar?
—Me gustan las historias, los cuentos que puedan ofrecer una imagen. Me encanta viajar, como Hemingway; he vivido en muchos países, porque lo que me dan esos viajes es conocimiento, aprendizaje. Creo que cada ser humano debe ser un eterno aprendiz.
«Cuando una persona cuenta una historia algo sucede, como una suerte de clip, de interruptor que apaga un mundo y enciende otros ajenos, que permite entrar en la vida de otras personas.
«He vivido en Brasil tres años, en Marruecos uno, en Francia tres, en España casi dos años, en Japón cuando niño; bueno, conozco Israel, un año en Costa Rica, he viajado a Rusia y Ucrania. Me encanta. Realmente lo que me gusta más cuando viajo es hablar con la gente que tiene un punto de vista opuesto al mío, diferente, pues eso me permite aprender».
—¿Cree que en la actualidad una obra como El viejo y el mar pudiese servir de puente de comunicación y amistad entre el pueblo cubano y el norteamericano?
—Desde luego. Por eso estoy aquí. La novela es una historia cubana. En los personajes, en los planos de fondo y hasta en las ideas, hay muchos elementos de la cultura de la Isla. Aparece el cubano que es social, solidario, que lucha.
«Pienso que tanto Cuba como los Estados Unidos tienen cosas que mostrar y aprender mutuamente. Hay vivencias que podemos compartir y aprovechar de conjunto. Aquí ustedes tienen una solidaridad que es muy importante. Allá a veces la razón de ser de la vida se distorsiona, quizá por estar atrapados entre tantos lujos. Es una pena que en algunos lugares la familia, los amigos, el valor de trabajar bien, hayan pasado a un segundo plano.
«Hablando de El viejo y el mar, la obra es interesante porque la figura del protagonista tiene mensajes que dar a los dos países, a Cuba y a Estados Unidos. El viejo vivía en la Isla, pudo haberse comunicado con Hemingway porque vivía en su mismo barrio, y porque el escritor nunca cerraba sus puertas a la gente, siempre estaba dispuesto a comunicarse.
«Es vital que se abran las puertas y la gente se pueda comunicar, que las dos naciones puedan comunicarse y llegar a una comprensión definitiva».
—¿Qué le falta para sentirse satisfecho con sus conocimientos sobre el autor de Adiós a las armas?
—Me falta conocer un asunto que tal vez es muy misterioso sobre Hemingway: su muerte. ¿Por qué puso fin a su vida? Todo el mundo quiere conocer las razones de ese suicidio.
«Cuando digo que estoy estudiando a Hemingway, mucha gente me pregunta por ese desenlace, pues él tenía muchísimo entusiasmo, luchó durante toda su vida, y tuvo una muerte contradictoria. Fue como si de pronto le faltara coraje para enfrentarse a su suerte.
«El personaje Hemingway es tan grande, que su obra es como una estela, una sombra de figuras famosas. Me gustaría que la gente profundizara en su obra literaria, intentara entender la fuente de su trascendencia como leyenda. Cuando uno entra en la historia de El viejo y el mar o en la historia de Adiós a las armas, La corta y feliz vida de Francis Macomber, o París era una fiesta, eso es mucho más interesante que todo lo que recogieron los periódicos sensacionalistas sobre el escritor».
—¿Cree que La Habana sea un ambiente propicio para escribir novelas?
—Pienso que sí. ¿Sabe usted lo que decía Hemingway: «Si quieres ser un escritor, entonces escribe». Por supuesto, las condiciones y el tiempo para eso son indispensables.
«La gente cubana es muy expresiva y me inspiran. En todo caso, seguiré escribiendo mientras estoy en La Habana... Ojala que me dé resultado. Como dijo “el viejo” Santiago (el personaje de Hemingway): Hay que luchar y prepararse para cuando te llegue el momento de la suerte».
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