Cuando un pueblo está sometido a una poderosa agresión constante desde el exterior, las victorias parciales no existen. Si Cuba triunfa logrando que se produzca una inversioncita extranjera por aquí, o firmando un contratico para asegurar el aprovisionamiento de catéteres para los hospitales cubanos por allá, el Departamento del Tesoro ya se las arregló para bloquear y “neutralizar” esos logros. Mientras el Estado cubano pugna por resolver (también frenéticamente) las numerosas dificultades, el pueblo no espera: mientras unos batallan otros se desesperan, se decepcionan, se encabronan y se cansan. Muchos jóvenes pierden la confianza en su futuro personal y se van. Su situación privada es un reflejo de la impuesta desde fuera, unida a factores internos que tienen su base en deformaciones del socialismo cubano. Muchas de esas deformaciones surgen como una respuesta a rajatabla contra el estado de continua amenaza, pero igual atentan contra el sentido de la justicia del pueblo, y a veces contra el sentido común.
Mientras todo eso trata de arreglarse en un tira y dale de participación ciudadana que no tiene nada de espera, la agresión externa deja de tomarse en cuenta . Sólo así puede hablarse de espera.
Eso es justamente lo que los estrategas del bloqueo llamaron hace ya 47 años “causar el hambre y la deseperación y el derrocamiento del Gobierno”. Son demasiadas décadas de vicisitudes para que los jóvenes cubanos que deciden marcharse del país tengan en cuenta el salvajismo inaudito de la Ley Helms Burton, o del Plan Bush. Es más sencillo hablar del “bloqueo interno”, pues como dice Chomsky “siempre hay una tendencia a subestimar la eficacia de la violencia”. Aunque el Gobierno cubano lo niegue, la violencia del bloqueo ha triunfado al ganarse las mentes y el corazón de muchos cubanos.
Otra sería la situación si nuestros escritores y artistas, dentro y fuera de la Isla e independientemente de la ideología de cada cual, pudiéramos unirnos en un gran frente común para lograr que los ciudadanos estadounidenses puedan viajar a Cuba con su curiosidad y su dinero; que los cruceros que hacen escala en todas las islas del Caribe también toquen puertos cubanos y que las relaciones comerciales de Cuba --con EE UU y con el mundo—al fin se normalicen y generen prosperidad. Tal vez sea en esa actitud silenciosa donde único se acurruque una sospechosa espera. › Leer Más
Hastiado de Cuba› Rebelión
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