miércoles, 27 de febrero de 2019

John Bolton reconoce victoria del Sí en referendo constitucional cubano

El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton.

Por M. H. Lagarde

Mucho antes de que se diera a conocer ningún resultado preliminar sobre la votación del referendo constitucional en Cuba que tuvo lugar este 24 de febrero, el asesor de Seguridad de la actual administración norteamericana, John Bolton, trató descalificar los resultados del mismo en su cuenta de Twitter.



Según escribió Bolton: «El referendo constitucional de hoy es otro engaño del régimen cubano para encubrir su represión y tiranía», afirmó en un mensaje en su cuenta de Twitter.


«Estados Unidos respalda los llamados del pueblo cubano por la libertad y la democracia», aseveró quien es hoy uno de los cruzados en la guerra contra el socialismo en el mundo.


La anticipada rabieta de Bolton bien puede verse como un reconocimiento aplastante al Sí por la Constitución. Con su tuit, el halcón ni siquiera le ofreció el beneficio de la duda de una victoria pírrica a los llamados opositores —en realidad mercenarios al servicio de Washington— que, durante meses, sobre todo en las redes, desataron una fuerte campaña a favor de votar por el NO.


Al parecer, Bolton, engañado una vez más por los informes de quienes representan sus intereses en la Isla, contaba con un gran por ciento de abstención, y es probable que el resultado de que cinco millones de cubanos ya habían acudido a las urnas al filo de las once de la mañana haya sido el detonante de su rabia mediática.


Está claro que Bolton, como otros mecanismos de dominación imperiales, sienta pánico por la continuidad de la Revolución Cubana, o lo que es lo mismo, la prolongación del socialismo por el que el pueblo salió a votar masivamente este domingo, recogido en la nueva Constitución.


Como escribí hace poco, en este mismo sitio, a propósito de un show provocado en la sede de la OEA en contra del referendo:


«La democracia cubana es la antípoda de los golpes de estado, las invasiones, las represiones masivas al estilo del Plan Cóndor, la intromisión en los asuntos internos de otras naciones, el neoliberalismo o la desigualdad y otras prácticas democráticas impulsadas por la OEA a lo largo de su historia».


Es lógico que Bolton «trate de desprestigiar la práctica democrática cubana, sobre todo si se tiene en cuenta que la misma nada tiene que ver con la plutocracia bipartidista que dirige ese país en defensa de los derechos del uno por ciento de la población, y mucho menos con la democracia que Estados Unidos espera de los países latinoamericanos y cuyo principal precepto es el de la subordinación incondicional.


«El mejor ejemplo de esto último es el continuo ataque de esa organización contra Venezuela, la nación donde más elecciones democráticas se han realizado en las últimas dos décadas».


En el concepto de democracia de Bolton, el mismo que de la OEA, «no caben ni el progreso social, ni la solidaridad, ni la integración latinoamericana, si no es bajo la égida del histórico dueño del patio trasero latinoamericano».


No es de extrañar, por tanto, que los nuevos cruzados contra el socialismo mundial «se aterroricen ante la posibilidad de otro Sí rotundo del pueblo cubano a su Revolución», sobre todo después de que el discurso de Trump, la pasada semana en Miami, funcionara, más que como una amenaza, como el más eficaz llamado a la unidad.

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