Al "centro" de la imagen, George Soros, un hombre de derechas que puede aportar mucho (¿$?) a "defender" la Revolución Cubana |
Por Enrique Ubieta
1. No sé a qué “refriega de insultos personales” responde Aurelio Alonso, he vuelto a leer mi texto –que no se titula "La respuesta" sino "La pregunta esencial", la respuesta es él quien puede dárnosla– y no los encuentro, a no ser que estime “ofensiva” mi discrepancia. En mi texto hay argumentos y ciertamente, no los responde. A un pensador revolucionario de larga trayectoria, no le asienta la victimización. Hay quien pide osadía a los jóvenes si estos piensan como ellos, y respeto, si piensan de manera diferente a ellos (yo ya, como él sabe, no soy joven). La unánime certeza de que el debate debe imponerse en la sociedad cubana, se derrumba cuando los que lo reclaman se ven enfrentados a criterios discrepantes: el listado de insultos contra mi persona es largo y ancho. Pero no me quejo, ni los reproduzco.
2. Tampoco me lee bien. Dije que él “se insertó desde el comienzo en el debate en curso con un texto ajeno a su temática”. Es obvio que me refería a la temática del debate y no a la de sus competencias.
3. Precisamente el respeto a Fernando –de quien me consta fue muy amigo–, fue el factor que me detuvo al inicio. Es lo que dije y repito. No tengo que protegerlo y menos aún protegerme de nada. Fernando fue uno de los pensadores anticapitalistas más coherentes que he conocido.
4. Jamás he colaborado con el blog Post Cuba ni he enviado algún anónimo, ni a ese blog ni a sitio alguno: tengo la satisfacción de que todo lo que he querido decir en mi vida ha sido firmado con mi nombre y apellidos. No comparto la manera en la que ese blog defiende sus criterios. Y dicho sea de paso, porque he visto comentarios absurdos y –esos sí– ofensivos sobre mí: respeto y admiro la vida y la obra de Silvio (ahora mismo escucho su música, es un “vicio” sano que, por encima de cualquier diferencia de criterios, me alimenta). Esos comentaristas, sí que quieren desviar el sentido del debate y dividirnos. Las ofensas, cuando aparecen, son extravíos, y no debiéramos colocarlas en el camino real; a veces surgen de provocadores que persiguen distraernos o conducirnos a equívocos insalvables.
5. “Lo que sobre un tema dado piensen Roberto Veiga y Lenier González – como cualquier otro autor – es lo que piensan ellos y no algo consensuado”, escribe Aurelio. El problema es que las citas que reproduzco de esos autores no expresan opiniones personales; son los fundamentos explícitos –según sus directivos– de un proyecto público: Cuba Posible. Lo que dicen no es lo que piensan, es lo que se proponen hacer con esa plataforma. Veiga dice (disculpen que lo repita): “Yo tengo una opinión personal a favor de una Cuba pluripartidista. Nuestro proyecto quiere facilitar esto y contribuir con serenidad a ese proceso.” Y agrega: “Cuba Posible promoverá el ‘cambio transicional’”. No veo cómo Aurelio pueda ignorar eso al decidir participar en su directiva.
6. A diferencia suya, lo que a mí me interesa comentar de su Carta Abierta no son los párrafos iniciales, sino los finales: “Se excluía en aquella iniciativa solo lo que en la teoría o en la acción respondiera a las proyecciones de los enemigos del proyecto social cubano –escribe Aurelio–. Pero, hecha esa salvedad, sería un espacio para que participaran contribuciones que merecieran ser tomadas en cuenta, vinieran desde la izquierda, el centro o la derecha; verla como centrista puede ser incluso un reduccionismo. Porque de la derecha, cuando no responde al canon del enemigo, y aunque no aceptemos sus soluciones, nos debieran interesar las críticas”. ¿Qué entiende el ideólogo revolucionario Aurelio por “enemigos del proyecto social cubano”? ¿De qué derecha habla cuando dice que “no responde al canon del enemigo”? Hay hombres y mujeres conservadores y honestos, eso lo sé, pero esas no son clasificaciones que pueden definir a los ideólogos. Pero mi estupor es grande: ¿cree Aurelio que los ideólogos de derecha y los de centro –él acepta de facto la existencia del término– acuden a Cuba Posible a exponer sus críticas para fortalecer la Revolución en el poder?, ¿que publican en (y financian) ese espacio de “cambio transicional” e invitan a sus integrantes a mesas de diálogo en Washington, incluso en el Departamento de Estado, y en México, sobre, por ejemplo, como cambiar nuestra Constitución, para disfrutar del intercambio civilizado entre colegas? A mí también me interesa conocer lo que piensa la derecha, pero para eso están los libros y la prensa transnacional hegemónica que, por cierto, le ha dado cobertura desde sus inicios a Cuba Posible, mientras silencia, cuando no ataca a los revolucionarios cubanos.
7. No está de más recordar la caracterización ejemplar que hizo Aurelio sobre el proyecto editorial Encuentro de la Cultura Cubana, en el sitio La Jiribilla, en junio de 2000: “Me represento a Encuentro de la cultura cubana como un producto típico del anticastrismo de tercera generación: no proclive a una propuesta de reversión total del cambio de los sesenta, capaz de incorporar el rechazo a la política norteamericana hacia la Isla, y circunscrito a rescates puntuales en torno al pasado; matizado en las críticas a la influencia del socialismo soviético, en especial para restar relevancia a la política cubana en los puntos de acuerdo tanto como en los de desacuerdo; amparado en una propuesta de reconciliación nacional tan sesgada, parcial y ajena a la realidad que se hace imposible tomarla en serio; implacable ante la extensión, después del derrumbe del Este, del liderazgo revolucionario en Cuba, la cual considera anacrónica, de corte gerontocéntrico; y contra el socialismo mismo como proyecto.” Desde luego, es otra época, ya el anticastrismo –con el que Aurelio jamás comulgaría–, es inoperante. Cuba Posible es más sutil, su lenguaje y su propósito deconstructor se apoyan en un fenómeno que Lenier González, uno de sus gestores, describe de la siguiente manera: “Si algo ha tipificado los últimos 10 años, es un corrimiento “al centro” en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla”.
8. Jamás se me ocurriría confeccionar una lista de “centristas” u otra de “anticentristas” –cada persona es un mundo, decía mi abuelo–; hablo de un proyecto que El Nuevo Herald, tendencioso, es obvio, pero sagaz, calificaba hace unos días de político y de centro. Los que se incorporan alegremente al imaginario “listado” por no estar de acuerdo con algún punto o alguna expresión de los que han señalado las características de ese proyecto, le hacen el juego (y ocultan) a los que sí trabajan contra el proyecto revolucionario.
9. No entiendo la frase enigmática en la que afirma que estoy respondiéndole a él (no, como dice, criticándolo) con la mirada “en otro lugar”. Después de darle vueltas, supuse que se refiere a los comentarios que incorporo sobre textos de Humberto Pérez y Pedro Monreal. Pero resulta que es él quien los comenta favorablemente en su artículo y dice que casi lo hacen desistir de escribir. Es decir, que no miro a ningún otro lugar que no sea su artículo.
10. Un último punto: se ha mencionado mi supuesta alta responsabilidad en el Partido –que no es tal, aunque toda responsabilidad es alta desde un punto de vista moral– para insinuar que no debo involucrarme en estos debates. Me siento orgulloso de ser un cuadro del Partido de Fidel y de Raúl, y también un intelectual que, a un año de cumplir mis 60, jamás ha escrito un texto en el que no crea. Mi responsabilidad –que no empieza ni termina con un cargo, felizmente efímero–, de la manera en que la siento, es la que me obliga a participar en el debate. Pero hay responsabilidades sin cargos –como la que tenía Fidel, salvando las distancias, en sus años finales de vida, o aquella a la que alude el Che en su carta de despedida, por lo que significan vida y obra– que son abrumadoramente superiores a las de quienes ocupan cargos. Responsabilidades como esas, estoy seguro que hicieron escribir a Aurelio aquel texto sobre la revista Encuentro de la Cultura Cubana.
Tomado de La Isla Desconocida
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