Por M.H.Lagarde
No hace falta ser un experto en comunicación para darse cuenta de que
las apariciones del presidente de Estados Unidos en sendos skecht con
los actores del programa vivir del cuento forman parte de una estrategia
de relaciones públicas dirigida a caerle simpático al pueblo cubano.
Es cierto que a muchos le ha resultado gracioso ver al hombre
que, como según él mismo dijo en el Gran Teatro de La Habana, ocupa el
más alto cargo de la tierra diciendo qué bolá y “esto no es fácil”.
A otros, sin embargo, les ha parecido una broma de mal gusto que
el señor presidente haya escogido nada menos que el programa Vivir del
Cuento para su estrategia de marketing. Para estos últimos resulta
ofensivo que el presidente de la nación que desde hace 50 años bloquea a
Cuba venga a hacerse el gracioso sirviéndole de coprotagonistas a los
actores que viven del cuento de burlarse de las necesidades del cubano
de hoy. La libreta de abastecimiento, los almendrones, los mosckovich
soviéticos y los colchones con púas amenazantes son en buena medida
consecuencia de ese bloqueo que ahora Obama parece quiere quitarle solo a
los cuentapropistas.
Muchos cubanos en la calle se preguntan por qué Pánfilo en su
conversación con Obama no le preguntó sobre el bloqueo, aunque en la
calle también se dice que los asesores del presidente en la Casa Blanca
censuraron un bocadillo sobre el tema que aparece de forma velada en el
video del juego de dominó.
Está claro que se trata de un programa humorístico y no de
“Universidad para Todos” en el que Obama seguramente se complicaría
tratando de explicar cómo se puede tener buenas relaciones con un país
donde la nación que él dirige tiene enclavada una Base Naval y un campo
de concentración o cómo el Congreso de la gran democracia que él
representa ni lo deja cerrar la cárcel de Guantánamo ni quitarle el
bloqueo genocida a Cuba.
A mi particularmente me parece que lo mejor de la visita de Obama
a Cuba son precisamente esas apariciones junto a los actores de Vivir
del Cuento, porque Obama en realidad, más que un presidente, es un
actor.
Lo más probable es que no sepa en realidad qué significa “Qué bola”
ni tenga la menor idea de cómo se juega el dominó, simplemente repite el
guion que le ponen delante sus asesores. Quizás esto también ocurra con
temas que atañen al destino de la humanidad, si se tiene en cuenta que
él ocupa el cargo más alto de la tierra.
Quienes tuvimos la oportunidad de verlo de cerca notamos que el
presidente norteamericano no deja de posar un minuto antes las cámaras
fotográficas y de televisión que lo rodean, cada uno de sus gestos y su
permanente sonrisa parecen ensayados.
Obama en dotes histriónicas supera con mucho a Ronald Reagan el
único actor de Hollywood que llegó a presidente. Denzel Washington y
Morgan Freeman deben darse con un cántaro en el pecho de que un hombre
como Obama haya escogido la política como carrera.
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