Por M. H. Lagarde
La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, la misma que acaba de premiar a Yoani Sánchez por el terrible peligro que representa para la bloguera tomar cerveza bucanero en cuanta cafetería hay en La Habana, hace una semana que no para de rendirle cuentas a la representación de la mafia de Miami en el Congreso norteamericano.
El último mafioso en "coger por el cuello" a la Secretaria de Estado ha sido el legislador republicano Mario (Florida) quien, uno de los grandes beneficiarios de la industria anticubana radicada en Miami.
Al igual que otros miembros de su partido han hecho por estos días, Diaz-Balart le cuestionó la Secretaria de Estados el hecho que el gobierno de Obama haya relajado algunas sanciones contra el régimen de La Habana que "oprime" a su pueblo.
En su defensa, la jefa del Departamento de Estado reafirmó su "compromiso irrenunciable" con la democracia y la libertad en Cuba, al defender las políticas de Washington de buscar un acercamiento con grupos civiles en la isla comunista.
"Ese es un compromiso irrenunciable que tengo yo personalmente y que esta administración y el presidente (Barack Obama) comparten, dijo Clinton durante la interpelación que tuvo lugar en la Cámara de Representantes.
"Nuestra decisión de tratar de tener más contacto con el gobierno cubano -agregó-, pero sólo indirectamente a través de la ayuda al pueblo cubano, tiene la finalidad de reforzar el contacto directo y proveer mayor apoyo a los grupos civiles", señaló Clinton.
En realidad, nadie sabe cómo el gobierno de Estados Unidos se las arreglará para tener más contacto con el gobierno de La Habana nada menos que a través de los mercenarios cubanos.
Por lo menos, la experiencia de hacerlo mediante cuidadanos norteamericanos -como es el caso del "subcontratista", actualmente pendiente de sentencia en los tribunales de la Isla, Alan Gross-, ya se sabe que no dio resultado.
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