miércoles, 1 de julio de 2009

Honduras: Un Golpe sin Futuro

Por VICTOR FIGUEROA-CLARK y PABLO NAVARRETE

El derrocamiento dominical del presidente hondureño Manuel Zelaya ha revivido el espectro de la oscura historia de América Latina: golpes de estado y dictaduras militares brutales. Sin embargo, en una ruptura con el pasado, la región habla al unísono, al condenar la nueva dictadura y exigir la restitución de Zelaya como presidente. Y de manera significativa, el gobierno de Estados Unidos se ha unido a sus vecinos del sur al rechazar la nueva dictadura y reconocer a Zelaya como único y legítimo presidente de Honduras.
Organismos regionales como la OEA, el Grupo de Río, ALBA, UNASUR y Mercosur han exigido también la restauración del Presidente constitucionalmente electo. Además, Zelaya ha recibido el apoyo de la Sociedad Interamericana de la Comisión de Derechos Humanos, y fue invitado a dirigirse a la Asamblea General de Naciones Unidas "tan pronto como fuera posible" por su Presidente, Miguel D'Escoto. Después de su discurso, Zelaya planea regresar a Honduras, acompañado por José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, y posiblemente, por otros jefes de Estado regionales, con el fin de ser restituido como Presidente.
La historia detrás del golpe de Honduras es la siguiente: un país profundamente desigual, con el 10% de la población más rica llevándose a casa el 43,7% de los Ingresos Nacionales. En contraste, el 30% más pobre sólo tiene provecho del 7,4%, y al menos el 40% de la población vive en la pobreza (definida como ganancia menor al doble del costo de la canasta básica de alimentos). Sólo el 4,7% de los hondureños tienen acceso a Internet, que podrían de alguna manera explicar los antecedentes sociales de los animadores del golpe militar en Honduras en los sitios web en idioma Inglés, como la BBC.
Desde que asumió el poder en 2006, el presidente Zelaya se ha desplazado gradualmente hacia la izquierda, y en el momento del golpe estaba tomando medidas para hacer frente a los niveles de desigualdad en Honduras. Como era de esperar, estas medidas le valió la enemistad de gran parte del Congreso, cuyos vínculos con la élite tradicional del país están profundamente arraigados. Zelaya también enojó dichas élites al seguir una política exterior de izquierda, unirse a la Alternativa Bolivariana para las Américas y Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), una alternativa de comercio regional compuesta por nueve países de izquierda o con esa tendencia en América Latina y el Caribe. La llegada de médicos cubanos para prestar atención sanitaria a los sectores más pobres de la sociedad hondureña, encontró la hostilidad particular de los opositores a Zelaya.
La postura hacia la izquierda de Honduras causa a su vez malestar algunos en Washington, especialmente en un momento en que gran parte de América Latina parece ir más allá de la influencia política de los EE.UU.
El catalizador para el asalto a la casa presidencial de Honduras por las fuerzas armadas, y la posterior detención y expulsión del Presidente del país fue la encuesta popular que debía celebrarse el domingo (28 de junio) en relación con la celebración de un referéndum debía tener lugar para la convocatoria a una asamblea constituyente, junto con la boleta de la elección presidencial en noviembre de 2010 (cuando finaliza el mandato de Zelaya). En otras palabras, el golpe se desencadenó por una votación no obligatoria con la intención de consultar a los hondureños sobre reformas constitucionales, y no porque Zelaya desea prorrogar indefinidamente su mandato, como se ha informado ampliamente en los principales medios de comunicación internacionales.
Este último punto es una de varias mentiras y declaraciones engañosas expedida por la nueva dictadura, que han sido ampliamente cubiertas en los medios de comunicación. Otro punto clave es que el golpe es de hecho una "transferencia de poder constitucional". Esto resulta engorroso si tenemos en cuenta los hechos del derrocamiento de Zelaya: la casa del Presidente fue asaltada por los militares, después de 15 minutos de combate, el presidente es secuestrado y empujado a un avión militar en pijama y luego exiliado. Sus ministros fueron detenidos y golpeados, junto a los embajadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Mientras que el nuevo e ilegalmente instalado "presidente" de Honduras, Roberto Micheletti (ex líder del Congreso), ha declarado que el "80 o 90 % de la población apoya lo que ha ocurrido hoy", esto resulta muy dudoso dada la imposición de un toque de queda, el curso de las manifestaciones en las calles de los partidarios de Zelaya, bloqueos de carreteras en la parte occidental del país, y la huelga general convocada por organizaciones sociales y el movimiento sindical. Sin embargo, como es la norma en los golpes militares contra líderes progresistas en América Latina, Micheletti ha recibido expresiones de apoyo por parte del sector empresarial del país.
Lo que resta por ver es si los militares hondureños estarán dispuestos a derramar la sangre de sus compatriotas para proteger a un gobierno ilegal sin visible apoyo internacional.
Y aquí, como es también norma en los golpes militares en contra de gobiernos progresistas de América Latina, las palabras y acciones del gobierno de los EE.UU., seguida de cerca como siempre, será decisiva. Si bien la administración de Obama se ha sumado a los gobiernos de América Latina para condenar el golpe, el papel de EE.UU. en estos días de golpe sigue siendo poco claro.
Aunque hay poca evidencia directa de la interferencia de los EE.UU. en el golpe de Estado de Honduras, Eva Golinger ha señalado ciertas similitudes entre el golpe apoyado por Estados Unidos que brevemente derrocó a Hugo Chávez en Venezuela en 2002, y la situación actual en Honduras. Gollinger señala que un artículo del New York Times afirma que el gobierno de los EE.UU. estuvo trabajando "varios días" con quienes planificaron el golpe en Honduras a fin de "impedir" dicho golpe militar. Teniendo en cuenta que Honduras es altamente dependiente de la economía de los EE.UU. y que el Pentágono mantiene una base militar en el país, con aproximadamente 500 soldados y numerosos aviones y helicópteros de la fuerza aérea, sería ingenuo no pensar que si el gobierno de los EE.UU. hubiese expresado su firme oposición al golpe de Estado, éste nunca habría ocurrido. Además, los EE.UU. tienen "fama" de socavar, apoyar e inclusive participar en el derrocamiento de gobiernos electos democráticamente en América Latina y eso no puede pasarse por alto.
Independientemente del grado de participación de los EE.UU., o el apoyo para el golpe de Estado, la posición de los EE.UU. en los próximos dos días servirá para determinar si su ya precaria relación con gran parte de América Latina se deteriora o no. Los EE.UU. tiene varias opciones: pueden enviar un representante para acompañar el Presidente Zelaya de vuelta a Honduras, y pueden amenazar con sanciones económicas, políticas, y militares lo cual tendría un fuerte efecto sobre los usurpadores del poder en Tegucigalpa.
Si el gobierno de Obama quiere enviar un poderoso mensaje de sinceridad detrás de la retórica estadounidense sobre libertad, democracia y el respeto al imperio de la ley, es necesario acompañar las palabras con acciones, y apoyar activamente la reincorporación del legítimo presidente de Honduras.

Traducido por: Sergio Al. Paneque

Tomado de http://www.counterpunch.org/clark07012009.html

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