domingo, 21 de septiembre de 2014

Carta del Presidente del CNAP a Pedro Pablo Oliva

Estimado Pedro Pablo:

En la noche de ayer, mientras asistía a un homenaje a José A. Figueroa por sus 50 años de vida artística, varios creadores me llamaron para preguntarme si conocía la última declaración abierta que Pedro Pablo Oliva había publicado en su sitio web. Mucho fue mi desconcierto al leer el texto que encabezaba su página, antecedido por un dibujo de su serie Utopías y disidencias donde un Utopito amordazado cavilaba: «les hice un cuento en chino pero no  entendían español»

Aunque no acostumbro a intervenir personalmente en diatribas públicas, y me resultan además muy poco gratas, fecundas o edificantes las sagas que generan en la red tales debates, he decidido en esta oportunidad exponer brevemente mi punto de vista. Me motiva en primer lugar el profundo respeto y admiración que siento por Ud. y por su obra, transparente, de indagación social, lúdica, valiente y siempre hermosa. Me motiva también la confusión que han generado en el medio los argumentos que esgrime en su texto y especialmente el modo superficial con que asume la autoridad de mi gestión en este asunto.

Reitero una vez más que asumo la total responsabilidad por las decisiones adoptadas a nombre del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, al estructurar y proyectar la estrategia de circulación y promoción de la exposición que Ud. nos presentó. Con ello ejerzo el derecho institucional a tomar las decisiones que estimemos pertinentes en la implementación de la política cultural, en la búsqueda de favorecer un clima propicio para la socialización y democratización de lo mejor de la creatividad visual contemporánea y de ampliar cada vez más los márgenes de la recepción y de la asunción de los contenidos más disímiles. Me sorprende que luego de dos largas conversaciones donde cada cual expuso con absoluta franqueza e independencia sus puntos de vista, y cuyos resultados podrían considerarse acuerdos acerca de los destinos de su exposición, Ud. hiciera públicas incertidumbres referentes a que «nadie le aclara nada». Me resulta inadmisible su apreciación de que he sido orquestado o manipulado para ser la cara de una decisión tomada desde poderes ocultos.

También me resulta insólito su llamamiento a revaluar la pertinencia de sus premios y distinciones, incluso catalogaría de pueril la idea de un jurado y la cita respectiva de nombres de intelectuales y artistas, cuando bien sabe que su trascendente protagonismo en la cultura cubana no está en tela de juicio. Le recuerdo que mi proposición nunca cuestionó su obra, los contenidos de las piezas que integraban el proyecto, ni de la idea curatorial o la concepción general del mismo. Mi decisión de cambiar el orden de la itinerancia de la muestra se fundamentaba en los argumentos que Ud. mismo me ofreciera por escrito en la carta firmada por su hija Silvia el 16 de mayo del presente año, luego reiterados en esta reciente declaración, relativos a tensiones y actitudes de algunos funcionarios de instituciones de Pinar del Río, que resultan poco favorables a su persona y a su obra. Sería ingenuo de mi parte no tener en cuenta que además, en ese  contexto afloran paralelamente, individuos con posiciones beligerantemente contrarrevolucionarias que han encontrado en estas circunstancias un excelente caldo de cultivo en el que desarrollar su activismo político.

Entendí que de realizarse Utopías y Disidencias primero en La Habana y luego en Pinar del Río desmitificaría la literalidad con que esta serie asume la crónica humorística de la cotidianidad cubana, y de su natal terruño, según Ud., cautivo hoy de prejuicios maniqueos y radicalismos extremos en sentidos encontrados. Nunca le propuse legitimar ni oficializar su proyecto, solo buscaba multiplicar las posibilidades de una recepción desprejuiciada, polisémica, donde el centro de las reflexiones se enfocara hacia su obra y no solo en interpretaciones manipuladoras de las posibles intenciones o signos político-ideológicos que ella portaba. La propuesta fue exhibir la muestra primero en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, la institución más prestigiosa del país en ese campo, cuya gestión se ha caracterizado por defender el compromiso del arte y los artistas con la realidad y con su tiempo; y luego organizarla en Pinar del Río,  como parte del programa de exposiciones colaterales de la Duodécima Bienal de La Habana. Insisto en que desde nuestra primera conversación, mi propuesta solo suponía cambiar el orden del periplo, contribuyendo así a que la exposición se presentara en La Habana, Pinar del Río, y en otras posibles locaciones.

Hoy libelos de la contrarrevolución circulan con frenesí la noticia de que «el régimen censura una exposición de Pedro Pablo Oliva». Menudo censor ese que instrumentado por el «régimen» propone al artista multiplicar y jerarquizar las posibilidades de proyección de su trabajo nacional e internacionalmente. No es la primera vez que intentan manipularnos y alejarle de las instituciones cubanas.

Le reitero que creo en el diálogo directo, transparente, franco, y en la estatura moral de la palabra empeñada. Ciertamente, el desbroce hacia una Cuba cada vez mejor no se trata de transitar por un campo de violetas, como Rufo Caballero nos insinuara que usted la asume, en una de las más lúcidas lecturas que se han hecho de su trabajo. Las contradicciones de un terreno minado nos imponen desafíos donde cada cual juega su rol desde posiciones distintas, pero no necesariamente antagónicas. Creo y apuesto por el futuro de esta patria nuestra, forjado en un proyecto de emancipación y utopías; confío en la capacidad de la política cultural de la Revolución para generar y propiciar el diálogo, en el respeto a las posiciones del otro, y en la ampliación cada día más de los márgenes de la libertad de creación. Trabajo todos los días y pongo mi mayor empeño en aportar a ello lo mejor de mi capacidad humana e intelectiva. Con profundo agrado lo invito a visitar el 6to Salón de Arte Cubano Contemporáneo donde nuestros más  jóvenes creadores han hecho despliegue de agudeza, rigor estético y compromiso con su realidad y con su tiempo.

Con todo mi respeto,

Rubén del Valle Lantarón

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