Por Vicky Peláez
Hacer algo bien vale más que decirlo bien (Benjamín Franklin, 1706-1790)
Ya transcurrieron 52 años desde el primer debate televisado en la 
historia de los Estados Unidos cuando el 26 de setiembre de 1960 dos 
jóvenes y carismáticos candidatos: John Fitzgerald Kennedy por los 
demócratas y Richard Nixon por el Partido Republicano se enfrentaron 
entre sí frente a millones de televidentes.
Ambos acordaron realizar tres debates. Aquel primer encuentro atrajo 
una audiencia sin precedentes de unos 77 millones de norteamericanos, es
 decir un 60 por ciento de la población adulta.
Lo curioso fue que los televidentes dieron a Kennedy como ganador y 
los radio oyentes optaron por Nixon. En las elecciones el demócrata 
Kennedy ganó y desde allí se estableció como casi una regla implícita 
que se haya adjudicado a la televisión un papel determinante en la 
contienda presidencial.
En este medio siglo, el debate televisado de los candidatos
 se convirtió en una rutina que ya no llama tanto la atención del pueblo
 como lo demostró el reciente primer debate entre el presidente Barack 
Obama y su oponente republicano Mitt Romney. Solamente unos 58 millones 
de personas estuvieron pendientes del encuentro. Si tomamos en cuenta 
que la población total de los Estados Unidos es de 312 millones de 
habitantes y de ellos 219 millones son adultos, llegaremos a la 
conclusión que solamente 18 por ciento de los adultos estaban atentos al
 debate.
Esta indiferencia explica la desilusión del pueblo con los políticos y
 sus programas. Saben perfectamente que después de las elecciones lo 
prometido es olvidado y así lo han demostrado prácticamente todos los 
presidentes. Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama ofrecieron 
durante sus campañas electorales solucionar el problema de los 
inmigrantes hispanos indocumentados, cuyo número es superior al 12 
millones de personas.
Han pasado 22 años y las promesas ya se han envejecido sin que ningún
 líder se haya atrevido a resolver este problema que está afectando 
prácticamente a todas las familias de inmigrantes establecidos 
legalmente en el país pues en cada familia hay alguien que tiene 
dificultades con los documentos.
La misma indolencia han mostrado los líderes del país con la clase 
media norteamericana y en especial, con la generación de Babyboomers, 
los que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial y que han 
comenzado a pasar al retiro en el 2010, justamente en el apogeo de la 
crisis económica que afectó drásticamente sus ahorros y sus planes de un
 descanso merecido.
Una peor perspectiva se divisa y ya se palpa para la Generación del 
Milenio, llamada por la revista Newsweek “Generación Frustrada” 
(“Screwed Generation”), representada por los jóvenes entre 18 y 29 años 
de edad, cuyo índice de desempleo es mayor de un 20 por ciento. Y ni que
 decir de los jóvenes afroamericanos que tienen inclusive mayor 
dificultad de encontrar trabajo.
Lo trágico de toda esta situación que ninguno de los candidatos tiene
 un sólido programa para salir de la crisis. Mitt Romney durante varios 
meses estaba abogando por el recorte general de impuestos en 20 por 
ciento lo que ocasionaría en 10 años un déficit de ingresos en cinco 
millones de millones de dólares. También prometió aumentar los gastos 
militares a dos millones de millones de dólares frente a los actuales 
directos e indirectos que son superiores a un millón de millones de 
dólares anuales. Pero parece que durante el último debate se olvidó de 
este plan diciendo que no tenía ningún proyecto de recortar los 
impuestos.
Es decir, miente abiertamente como si el pueblo norteamericano fuera 
ignorante. Tampoco se acordó de su desprecio hacia el 47 por ciento de 
los norteamericanos que no paga impuestos. Lo extraño es que a pesar de 
todos sus incoherencias y mentiras los medios de comunicación le 
adjudicaron una victoria en el debate con Barack Obama aparentemente 
debido a su tono más seguro y agresivo durante aquel encuentro.
Barack Obama tampoco ha mostrado durante su campaña electoral una 
coherencia y claridad respecto a las medidas que planifica tomar para 
sacar a Norteamérica de la severa crisis económica. Lo único que ha 
hecho hasta ahora es aumentar la velocidad de la impresora de dólares y 
de aplicar tres programas de Flexibilización Cuantitativa (Quantitative 
Easing: QE1, QE2 y QE3) facilitando en total una aportación de más tres 
millones de millones de dólares a los bancos con un cero por ciento de 
interés para que los últimos hagan reactivar la economía.
Por supuesto que los bancos se aprovecharon para hacer “trabajar” 
estos aportes de dinero en la bolsa de valores aumentando aún más su 
capital. A la vez las corporaciones, las que todavía existen en los 
Estados Unidos, no han utilizado los créditos nuevos para aumentar 
puestos de trabajo sino para robotizar más el proceso productivo.
Todo este proceso está creando una disparidad más alarmante cada año 
en el ingreso y la distribución de la riqueza en el país. Durante los 
últimos 20 años no hubo ningún mejoramiento económico para una típica 
familia norteamericana, registrándose desde el 2007 un visible 
empeoramiento. En 2011 seis herederos de la cadena de tiendas Wal-Mart 
poseían unos 70 mil millones de dólares equivalentes a la riqueza total 
de 63millones de norteamericanos ubicados en la parte baja de la 
pirámide social.
Actualmente el destino de los jóvenes en Norteamérica depende cada 
vez más del ingreso de sus padres, lo que ha producido, de acuerdo al 
Premio Nobel en la Economía Joseph Stiglitz, la “muerte del mito 
norteamericano”.
Lo trágico que este sistema de desigualdad en la distribución de la 
riqueza se está reproduciendo cada vez con mayor fuerza por la elite del
 país debido a la manipulación económica originada por su sector 
financiero cuyas sólidas contribuciones a los políticos le permite 
definir las normas de las leyes para acomodar sus intereses.
En el libro “Imperio Privado” de Steeve Call, el presidente de 
ExxonMobil entre 1995 y 2003, Lee Raymond declaró que “los lobistas de 
Exxon moderaron a su favor a la política exterior estadounidense, así 
como modificaron las regulaciones sobre la economía, el medio ambiente o
 la industria química”.
A cambio de permitir a la elite comprar las leyes, los políticos 
están recompensados por unas generosas donaciones de las corporaciones. 
Esto se ve a través del incremento de costo electoral. En 1960 se gastó 
durante la campaña electoral presidencial entre 10 a 15 millones de 
dólares para ambos candidatos mientras que el costo de la actual 
contienda está superando 2,5 mil millones de dólares, es decir más de 
mil millones para cada candidato.
Si no se recolecta esta cantidad no habría la posibilidad no 
solamente no ganar sino simplemente participar en la campaña electoral. 
Así se reproduce este círculo vicioso donde el poder político está 
subordinado a los intereses de la elite y el pueblo se queda marginado y
 olvidado.
El economista George Stiglitz dio un ejemplo de cómo funciona este 
sistema del embudo pues durante una reciente entrevista publicada por la
 revista alemana Der Spiegel. Contó que “en 2008, el presidente George 
W. Bush explicó que el gobierno no tenía suficiente dinero para dar un 
seguro médico a los niños norteamericanos pobres, es decir unos cuantos 
mil millones de dólares al año, sin embargo cuando una de las 
aseguradoras norteamericanas más grandes en el mundo American 
International Group (AIG) entró en la crisis, inmediatamente transfirió 
150 mil millones de dólares para evitar su quiebra. Esto significa que 
algo está errado en el sistema político que está funcionando a base de 
“un dólar - un voto” en vez de “una persona - un voto”.
Parece que tanto Barack Obama como Mitt Romney “no se han dado cuenta
 de esta realidad” y aparentemente “no saben” cómo sacar el país de la 
crisis. Para Stiglitz, Estados Unidos tiene todas las facilidades para 
prestarse el dinero con un cero de interés e invertirlo en la creación 
de puestos de trabajo.
Numerosos otros profesionales como por ejemplo, Karen Dolan sugiere 
que se puede obtener 325 mil millones de dólares al año poniendo un 
pequeño impuesto en derivativos, otros tantos en incrementando el 
impuesto que pagan los ejecutivos a nivel de sus secretarias. El recorte
 definitivo de las bases militares en Irak y el cierre de la tercera 
parte de las bases militares norteamericanas en el mundo traerán unos 
130 mil millones de dólares adicionales y así sucesivamente. Todo 
depende de la voluntad de los gobernantes de hacerlo.
Faltando dos día para el segundo debate entre Barack Obama y Mitt 
Romney dedicado a la política exterior, valdría la pena hacerles 
recordar a los dos candidatos que la economía norteamericana está 
seriamente debilitada y ya es hora de dedicarse a solucionar los 
problemas internos en vez de seguir lanzándose a las aventuras en el 
exterior haciendo guerras e instalando gobiernos satélites. Llegará el 
momento cuando el electorado cansado de buscar cómo sobrevivir en la 
crisis, se lanzará a la calle como lo está haciendo en Europa.
La globalización ya ha superado el período unipolar abriéndose el 
mundo cada vez al sistema multipolar basado en la interdependencia, 
tecnología y política que son incompatibles con la hegemonía de un país.
 El mundo ya está listo para una real “peresagrusca” ( término ruso 
respecto a la política de acercamiento entre los pueblos), solamente 
faltan líderes que no tengan miedo para ponerla en marcha. Recién 
entonces nuestro sufrido planeta podrá dar un respiro de paz dejando 
atrás las paranoias de ahora.

 
 
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