Por Ernesto Pérez Castillo
Elizardo Sánchez –alias El Camaján y también Juana, seudónimo que utilizó mientras trabajó para la seguridad cubana, lo cual le valió incluso obtener la medalla de Servicio Distinguido– se muestra muy contrariado ante el rumor propalado –léase: propalado por nadie más que por él mismo– de que “es muy probable que haya una excarcelación significativa”.
Según el Agente Juana, las autoridades han interrogado a más de 30 “presos políticos” para eventualmente excarcelarlos pero ninguno de los entrevistados es “prisionero de conciencia”.
Es complicado desentrañar los malabares verbales de Elizardo, una especie de burocracia de la disidencia, que distingue “presos de conciencia” entre los “presos políticos”. Pero todo el pollo del arroz con pollo se aclara cuando señala que ninguno de los entrevistados pertenece al grupo de los arrestados en marzo de 2003. Y son esos, y no otros, los que él quiere en libertad.
Al parecer, unos son más presos que los otros, y merecen más que los otros la libertad. En su complicado catálogo de derechos humanos, ciertas personas merecen más esos derechos que los demás, y esos son ni más ni menos que los emplantillados en la nomina de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana que reclutó, entrenó y pagó con el dinero de los contribuyentes norteamericanos a sus mercenarios en la Isla.
Esos son los que Elizardo quiere en libertad. Los demás serán muy “presos políticos” y todo lo que quieran, pero no le interesan ni un comino al Camajan: que se las arreglen como puedan, pues esos no son de su camada.
Elizardo Sánchez –alias El Camaján y también Juana, seudónimo que utilizó mientras trabajó para la seguridad cubana, lo cual le valió incluso obtener la medalla de Servicio Distinguido– se muestra muy contrariado ante el rumor propalado –léase: propalado por nadie más que por él mismo– de que “es muy probable que haya una excarcelación significativa”.
Según el Agente Juana, las autoridades han interrogado a más de 30 “presos políticos” para eventualmente excarcelarlos pero ninguno de los entrevistados es “prisionero de conciencia”.
Es complicado desentrañar los malabares verbales de Elizardo, una especie de burocracia de la disidencia, que distingue “presos de conciencia” entre los “presos políticos”. Pero todo el pollo del arroz con pollo se aclara cuando señala que ninguno de los entrevistados pertenece al grupo de los arrestados en marzo de 2003. Y son esos, y no otros, los que él quiere en libertad.
Al parecer, unos son más presos que los otros, y merecen más que los otros la libertad. En su complicado catálogo de derechos humanos, ciertas personas merecen más esos derechos que los demás, y esos son ni más ni menos que los emplantillados en la nomina de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana que reclutó, entrenó y pagó con el dinero de los contribuyentes norteamericanos a sus mercenarios en la Isla.
Esos son los que Elizardo quiere en libertad. Los demás serán muy “presos políticos” y todo lo que quieran, pero no le interesan ni un comino al Camajan: que se las arreglen como puedan, pues esos no son de su camada.
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