Por M. H. Lagarde
Bien recibida por países como Francia, Chile o por personalidades como la Alta Representante para la Política Exterior de la Unión Europea (UE), Catherine Ashton o la mismísima Hillary Clinton, la decisión de liberar gradualmente a 52 mercenarios al servicio del gobierno de Estados Unidos presos en Cuba, ha resultado, en cambio, un jarro de agua fría para otros.
Tal es el caso de los tres congresistas cubano-americanos Lincoln Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart, quienes poco después de conocer la noticia emitieron una declaración “sobre lo que consideran maniobras que lleva a cabo el ministro de Relaciones Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, para salvar la dictadura de Fidel y Raúl Castro”.
En su declaración los congresistas afirman además que el canciller español y sus socios buscan también ayudar a los esfuerzos en el Congreso de los Estados Unidos para ayudar al gobierno cubano. Y según ellos “el objetivo es lograr la aprobación de un proyecto de ley autorizando el turismo masivo de los Estados Unidos y sus miles de millones de dólares para el régimen comunista”.
El odio visceral de lo más rancio de la mafia de Miami contra el canciller español no es nuevo. A inicios de junio pasado Mario Díaz-Balart criticó duramente al ministro de Asuntos Exteriores español por insistir en defender un cambio en la Posición Común de la UE frente a Cuba y por sus ataques al bloqueo estadounidense a la Isla.En esa ocasión al menor de los Lincoln le pareció un verdadero insulto los argumentos ofrecidos por Moratinos sobre la inutilidad del bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba.
Lo que no dijo entonces Diaz Balart, ni dice ahora el trío en su declaración, es que más que “la suerte de la nación cubana”, lo que el interesa a los representantes de la mafia de Miami en el Congreso es la presunta quiebra de un lucrativo negocio que consiste nada menos que en doblegar por hambre y necesidades al pueblo de Cuba.
Según un artículo publicado por El País, en un período de seis años Lincoln Diaz-Balart ha recibido 366.964 dólares; su hermano Mario, 364.176, e Ileana Ross-Lehtinen, 240.050 por cabildear a favor de mantener el bloqueo del Estados Unidos contra Cuba.
Hasta ahora han fundamentado su “lucha” en el argumento de que cualquier acción a favor de eliminar la guerra económica contra Cuba significaría una manera de ayudar a aumentar una supuesta “represión” en la que los 52 mercenarios liberados han jugado, en los últimos tiempos, especialmente en las campañas mediáticas organizadas contra Cuba, un papel protagónico.
Contrariamente a lo que afirman en su declaración, los Diaz Balart y la Loba Feroz saben muy bien que la llamada oposición interna que “presiona al gobierno cubano” realmente solo existe en los discursos por ellos redactados para justificar sus pingües beneficios o en las nóminas de pago de la NED o la USAID.
En Cuba, donde la amplia mayoría del pueblo defiende y apoya la revolución, la realidad es que los llamados opositores no son más que un grupo de marionetas que el gobierno de Estados Unidos recicla cada cierto tiempo, muchas veces presionados por grupos de poder como el que conforman estos congresistas.
Ahora sin la escalera bajos sus pies, más que ponerse a batir en el aire desesperados brochazos de difamaciones y mentiras, Lincoln Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart deberían observar el lado bueno del asunto. Cuatro meses es tiempo suficiente para que decidan en cuál nueva estafa podrían ganarse el billete.
Bien recibida por países como Francia, Chile o por personalidades como la Alta Representante para la Política Exterior de la Unión Europea (UE), Catherine Ashton o la mismísima Hillary Clinton, la decisión de liberar gradualmente a 52 mercenarios al servicio del gobierno de Estados Unidos presos en Cuba, ha resultado, en cambio, un jarro de agua fría para otros.
Tal es el caso de los tres congresistas cubano-americanos Lincoln Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart, quienes poco después de conocer la noticia emitieron una declaración “sobre lo que consideran maniobras que lleva a cabo el ministro de Relaciones Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, para salvar la dictadura de Fidel y Raúl Castro”.
En su declaración los congresistas afirman además que el canciller español y sus socios buscan también ayudar a los esfuerzos en el Congreso de los Estados Unidos para ayudar al gobierno cubano. Y según ellos “el objetivo es lograr la aprobación de un proyecto de ley autorizando el turismo masivo de los Estados Unidos y sus miles de millones de dólares para el régimen comunista”.
El odio visceral de lo más rancio de la mafia de Miami contra el canciller español no es nuevo. A inicios de junio pasado Mario Díaz-Balart criticó duramente al ministro de Asuntos Exteriores español por insistir en defender un cambio en la Posición Común de la UE frente a Cuba y por sus ataques al bloqueo estadounidense a la Isla.En esa ocasión al menor de los Lincoln le pareció un verdadero insulto los argumentos ofrecidos por Moratinos sobre la inutilidad del bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba.
Lo que no dijo entonces Diaz Balart, ni dice ahora el trío en su declaración, es que más que “la suerte de la nación cubana”, lo que el interesa a los representantes de la mafia de Miami en el Congreso es la presunta quiebra de un lucrativo negocio que consiste nada menos que en doblegar por hambre y necesidades al pueblo de Cuba.
Según un artículo publicado por El País, en un período de seis años Lincoln Diaz-Balart ha recibido 366.964 dólares; su hermano Mario, 364.176, e Ileana Ross-Lehtinen, 240.050 por cabildear a favor de mantener el bloqueo del Estados Unidos contra Cuba.
Hasta ahora han fundamentado su “lucha” en el argumento de que cualquier acción a favor de eliminar la guerra económica contra Cuba significaría una manera de ayudar a aumentar una supuesta “represión” en la que los 52 mercenarios liberados han jugado, en los últimos tiempos, especialmente en las campañas mediáticas organizadas contra Cuba, un papel protagónico.
Contrariamente a lo que afirman en su declaración, los Diaz Balart y la Loba Feroz saben muy bien que la llamada oposición interna que “presiona al gobierno cubano” realmente solo existe en los discursos por ellos redactados para justificar sus pingües beneficios o en las nóminas de pago de la NED o la USAID.
En Cuba, donde la amplia mayoría del pueblo defiende y apoya la revolución, la realidad es que los llamados opositores no son más que un grupo de marionetas que el gobierno de Estados Unidos recicla cada cierto tiempo, muchas veces presionados por grupos de poder como el que conforman estos congresistas.
Ahora sin la escalera bajos sus pies, más que ponerse a batir en el aire desesperados brochazos de difamaciones y mentiras, Lincoln Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart deberían observar el lado bueno del asunto. Cuatro meses es tiempo suficiente para que decidan en cuál nueva estafa podrían ganarse el billete.
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