Por M. H. Lagarde
Mucho se ha escrito durante la pasada semana sobre las cartas de los llamados disidentes cubanos, a favor o en contra, de que el gobierno de Estados Unidos permita los viajes a Cuba de los turistas norteamericanos.
Para nadie es un secreto que ambas posiciones, las a favor o en contra de suavizar o eliminar el bloqueo a Cuba, no son nada novedosas y que, desde hace algún tiempo, conviven y compiten como alternativas, de las altas esferas del poder en Washington, para “solucionar” el problema cubano.
Todo el mundo sabe, además, que ninguna de las dos posiciones está realmente preocupada por mejorar ni los limitados derechos constitucionales de los norteamericanos, y mucho menos, el bienestar del pueblo cubano, principal víctima de un cerco de necesidades y carencias impuesto desde hace medio siglo, y que lo único que buscan ambas, una desde el inútil estancamiento y la otra supuestamente desde el cambio, es acabar con la Revolución Cubana.
Tampoco es un secreto que la llamada disidencia, no tiene ni voz ni voto en el final que pueda tener la obra montada por la Casa Blanca. Al final, son simples figurines (“extras”) cuyo papel se reduce a que las administraciones norteamericanas puedan justificar -en nombre de algún “pueblo de Cuba”- su injerencia en los asuntos internos de la Isla.
Los llamados disidentes no pasan de ser las marionetas que se limitan a repetir el guión preparado por los guionistas de un enfrentamiento en el cual los verdaderos protagonistas son, de un lado, aquellos sectores económicos que ven el fin del bloqueo una fuente de ganancia que inexplicablemente se les ha negado durante décadas; y del otro: los hasta ahora grandes beneficiarios de lo que se ha dado en llamar la industria anticubana.
Ni siquiera la “oposición” que firma, a favor o en contra de una u otra opción, debe andar ajena a tales tejemanejes, y mucho menos, a su papel de comparsa. La principal debilidad de estos mercenarios inventados en los laboratorios de los servicios secretos norteamericanos es su profunda vocación plattista.
Puede incluso que en este caso, más que el contenido de las cartas, lo que más importe, rúbrica mediante, sea figurar en el reparto. O lo que es lo mismo: figurar en la nómina de los presuntos beneficiarios de los 15 millones liberados por la USAID que, según se ha anunciado, se empezarán a repartir en los próximos meses.
Por supuesto que la opinión de los disidentes no cuenta para nada en la Casa Blanca y que solo es una obra que han montado para justificar en nombre de algún “pueblo de Cuba” su intervención en los asuntos internos de la Isla, pero nosotros ya sabemos eso así que no le hacemos caso a nada de lo que digan, o en casos extremos les hacemos frente con valentía y rencor contra aquellos que vendieron su dignidad para ganarse la plata del gobierno norteamericano que cada día se aferra mas a desacreditar a la revolución cubana.
ResponderEliminarHasta cuando estos disidentes seguirán siendo las marionetas de estos cobardes norteamericanos, para nadie es secreto que este servilismo no logra nada, solo más vanidad para los EE.UU, porque todos estamos conscientes que el bloqueo no lo van a quitar, porque su orgullo no les permite dar el paso al frente, porque quieren que nos rindamos dándonos por el lado más débil, sin embargo no lo lograrán.
ResponderEliminarCasi siempre los disidentes son personas que de una forma u otra están en contra de nuestras decisiones y tratan de manifestarlo estando favor de los que desean el mal para nuestro pueblo, por ello esas personas no tienen ni vos ni boto es muy difícil que sus opiniones sean tomadas en cuenta....
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