Por M. H. Lagarde
Unos hablan de miles de personas, otros de 200 mil, medio millón o más. En lo que sin dudas toda la prensa coincide es en que Calle 13 arrebató a los cubanos en un concierto que por su intensidad nada tuvo que envidiarle, a pesar de su constelación de estrellas, al de Paz sin Fronteras organizado por Juanes en la Plaza de la Revolución, en septiembre del 2009.
Después de todo, hay que agradecerle al gobierno de Estados Unidos sus restricciones de permiso para viajar a Cuba, porque si en aquella ocasión Calle 13 hubiera cantado en la Habana, su enorme talento se hubiera perdido entre una gama de estilos y figuras que casi nada tenían que ver una con la otra.
Esta vez Calle 13 se cogió a Cuba para sí sola y luego de que el joven sonero cubano Kelvis Ochoa les calentara la pista durante casi una hora, en el escenario de la Tribuna Antimperialista de La Habana, irrumpió esa máquina de hacer música puertorriqueña para poner a temblar a una Habana mayormente conformada por jóvenes seguidores de lo que se conoce como música urbana.
Pero no solo Calle 13 hechizó a los jóvenes cubanos, también lo hizo con asistentes de otras edades y gustos, gracias a la fusión de géneros con que esa agrupación adorna su base de regueton y hip hop.
Más allá del carisma de Residente, quien enseguida, como también coincide toda la prensa, se conectó con esta ala del pájaro con su "cubano" desenfado en la escena, la batería musical de Calle 13 se lució en descargas de jazz, zambas brasileñas y otros motivos de la música latinoamericana que satisficieron las preferencias más disímiles y exigentes.
A los únicos que no les gustó el rumbón que Calle 13 ofreció en La Habana fue al músico de origen cubano Willi Chirino y al empresario Emilio Estefan, para quienes, según dijeron, Calle 13 hacían mal en cantar en Cuba "sin darse cuenta de que el Gobierno de ese país no respeta los derechos humanos".
"(Residente) Es un muchacho que parece que tiene inteligencia, que ésta le dé para darse cuenta que están atando a una isla donde estamos viendo fotografías en las que están maltratando a mujeres", dijo Estefan, el capo de la música latina en Miami.
Por su parte Chirino consideró "una hipocresía muy grande ir a Cuba y decir que él es un hombre libre y que hace lo que quiera, que canta donde quiera y que se expresa donde quiera... y asociarse con un Gobierno que precisamente no permite esos derechos”.
Sin embargo, la razón real de estas críticas es otra. Residente y visitante no solo se reunieron en La Habana con los familiares de los Cinco héroes cubanos, prisioneros en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, sino que además recordaron durante su visita el crimen aún impune del cubano residente en Puerto Rico, Carlos Muñiz Varela.
A Muñiz Varela, los “libres” terroristas de Miami, hechos de la misma estirpe "humanitaria" de a quienes enfrentaban los Cinco, lo asesinaron a balazos por el simple hecho de querer mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y hacer posible que los cubanos, del llamado exilio, pudieran viajar libremente a su país.
Sobre su cadáver y sus "democráticos" asesinos ni Estefan ni Chirino han dicho jamás una palabra ni nunca han organizado, para protestar contra ese crimen, ninguna conga.
Unos hablan de miles de personas, otros de 200 mil, medio millón o más. En lo que sin dudas toda la prensa coincide es en que Calle 13 arrebató a los cubanos en un concierto que por su intensidad nada tuvo que envidiarle, a pesar de su constelación de estrellas, al de Paz sin Fronteras organizado por Juanes en la Plaza de la Revolución, en septiembre del 2009.
Después de todo, hay que agradecerle al gobierno de Estados Unidos sus restricciones de permiso para viajar a Cuba, porque si en aquella ocasión Calle 13 hubiera cantado en la Habana, su enorme talento se hubiera perdido entre una gama de estilos y figuras que casi nada tenían que ver una con la otra.
Esta vez Calle 13 se cogió a Cuba para sí sola y luego de que el joven sonero cubano Kelvis Ochoa les calentara la pista durante casi una hora, en el escenario de la Tribuna Antimperialista de La Habana, irrumpió esa máquina de hacer música puertorriqueña para poner a temblar a una Habana mayormente conformada por jóvenes seguidores de lo que se conoce como música urbana.
Pero no solo Calle 13 hechizó a los jóvenes cubanos, también lo hizo con asistentes de otras edades y gustos, gracias a la fusión de géneros con que esa agrupación adorna su base de regueton y hip hop.
Más allá del carisma de Residente, quien enseguida, como también coincide toda la prensa, se conectó con esta ala del pájaro con su "cubano" desenfado en la escena, la batería musical de Calle 13 se lució en descargas de jazz, zambas brasileñas y otros motivos de la música latinoamericana que satisficieron las preferencias más disímiles y exigentes.
A los únicos que no les gustó el rumbón que Calle 13 ofreció en La Habana fue al músico de origen cubano Willi Chirino y al empresario Emilio Estefan, para quienes, según dijeron, Calle 13 hacían mal en cantar en Cuba "sin darse cuenta de que el Gobierno de ese país no respeta los derechos humanos".
"(Residente) Es un muchacho que parece que tiene inteligencia, que ésta le dé para darse cuenta que están atando a una isla donde estamos viendo fotografías en las que están maltratando a mujeres", dijo Estefan, el capo de la música latina en Miami.
Por su parte Chirino consideró "una hipocresía muy grande ir a Cuba y decir que él es un hombre libre y que hace lo que quiera, que canta donde quiera y que se expresa donde quiera... y asociarse con un Gobierno que precisamente no permite esos derechos”.
Sin embargo, la razón real de estas críticas es otra. Residente y visitante no solo se reunieron en La Habana con los familiares de los Cinco héroes cubanos, prisioneros en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, sino que además recordaron durante su visita el crimen aún impune del cubano residente en Puerto Rico, Carlos Muñiz Varela.
A Muñiz Varela, los “libres” terroristas de Miami, hechos de la misma estirpe "humanitaria" de a quienes enfrentaban los Cinco, lo asesinaron a balazos por el simple hecho de querer mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y hacer posible que los cubanos, del llamado exilio, pudieran viajar libremente a su país.
Sobre su cadáver y sus "democráticos" asesinos ni Estefan ni Chirino han dicho jamás una palabra ni nunca han organizado, para protestar contra ese crimen, ninguna conga.
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