Por David Brooks
Washington, 4 de marzo. Una abrumadora mayoría de ciudadanos desea expulsar a sus representantes federales electos en lo que es un amplio consenso no partidista, un mensaje que se puede resumir, con ecos argentinos de otros años, en un "¡que se vayan todos!"
El repudio público al gobierno de Estados Unidos aún no se expresa en algo que pudiera llamarse "rebelión", tal vez porque en este "sistema bipartidista", no hay canales, ni un movimiento nacional por medio del cual poder expresar ese repudio. Más bien, entre los que tenían esperanza se nutren el cinismo y la desmovilización, pero para algunos sectores de derecha, es una oportunidad dorada.
No hay acciones militantes en las calles, pero sí hay incidentes como el de un piloto suicida contra el edificio en Austin, donde estaban las oficinas regionales de la oficina federal de impuestos (Internal Revenue Service); el piloto, después de incendiar su casa, despegó con su avioneta para nunca volver pero dejo una nota en la que detalla su ira contra el gobierno por rescatar a bancos y grandes empresas, y dejar en manos de la avaricia empresarial a los necesitados de servicios de salud.
También hay explosiones electorales, como la derrota demócrata en Massachusetts en la elección especial para sustituir al fallecido senador Edward Kennedy ante un republicano desconocido cuyo triunfo hizo temblar a la Casa Blanca y al Congreso, lo cual fue producto de una movilización de bases ultraconservadoras pero no necesariamente leales a los republicanos llamada el Tea Party que se manifiesta a lo largo del país, y que descarriló la estrategia nacional de los demócratas.
Demócratas y republicanos, reprobados
Las encuestas registran índices sin precedente de repudio contra la cúpula política; una reciente de CBS News/New York Times indica que tres cuartos desaprueban al Congreso en general, y menos de uno de cada diez encuestados cree que su legislador federal (de su distrito o estado) merece ser relecto. Según esa encuesta, y otras como la de CNN, ambos partidos están reprobados, y la aprobación de la gestión de Obama está en sus índices más bajos desde que llegó a la Casa Blanca
Y cada día el Congreso da más razones para confirmar las sospechas populares. Esta semana, por ejemplo, continuaron las disputas y divisiones no sólo entre partidos, sino en cada uno de ellos en torno a salud, empleo y la regulación o no de Wall Street. Por un lado, un solo republicano provocó una demora en la entrega de beneficios de desempleo a millones de personas, y por otro lado uno de los legisladores demócratas más poderosos, Charles Rangel, investigado por violaciones de ética al aceptar viajes de empresas al Caribe, entre otras cosas, primero afirmó que no renunciaría como presidente de un comité, sólo para anunciar, 12 horas después, que pidió licencia como presidente aunque todos saben que nunca regresará al puesto. Mientras tanto, investigaciones legislativas sobre comportamiento corrupto de otros siete representantes fueron desechadas.
Y como siempre, hay investigaciones y acusaciones de todo tipo de aventuras sexuales en los pasillos del poder. Los políticos insisten en que todo lo que hacen es en nombre del pueblo. › Seguir leyendo...
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