Por Roberto Pérez Betancourt
Atacar a Cuba en medios de difusión de EE.UU. y Europa es antigua práctica que renueva la beligerancia de añejos intereses oligárquicos, no escarmentados aún, a pesar de sus reiterados fracasos en intentos por desestabilizar a la Isla con mentiras y medias verdades.
Corporaciones de prensa plana, televisión, radio e Internet y la novísima incorporación de una red de "blogueros de tiempo completo", orquestan infundios contra la Isla, iniciados hace más de medio siglo.
Son estrategias de terrorismo mediático las cuales también incluyen entre sus objetivos tácticos a las democracias latinoamericanas que han osado alzar la voz y la acción más allá de lo usualmente permitido por los tradicionales amos de la desinformación: Venezuela, Bolivia, Ecuador...
"Paraperiodistas" llama justamente el colega ecuatoriano Alberto Maldonado a esta suerte de mercenarios de la noticia, quienes disparan contra la conciencia social de los pueblos, remedos de los paramilitares que en Colombia hacen el trabajo sucio pagado por mafias de poder bien estructurado.
No es práctica nueva, sino copiada de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana, patrocinadora de viejos y nuevos plumíferos.
En España, el diario El País en otra muestra de su tradicional política editorial de derecha, titula "Bancarrota cubana" un reciente artículo editorial donde arremete contra Cuba y sus dirigentes, adornando los adjetivos con burdas mentiras sobre la situación socioeconómica en la Isla.
¿Cómo es posible que una publicación de tantos recursos ignore que millares de españoles que visitan a Cuba pueden fácilmente obtener in situ los elementos cognitivos que les permiten apreciar los infundios de El País?
Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, español que llegó a Cuba a finales de enero de este año para conocer la realidad, conversando con cubanos, en un solo día caminó más de 20 kilómetros por calles habaneras y en declaraciones al diario La República calificó de muy positivo el balance de lo que observó.
Explicó que en España suelen difundir mensajes muy deteriorados acerca de la situación en la Isla, y afirmó lo visto le ha servido para reafirmarse que si Cuba no sufriese el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE.UU. desde hace medio siglo, tendría un desarrollo impresionante.
Periodistas conocedores de interioridades del sector de la prensa española, como Patricio Montesinos, afirman que el grupo editorial Prisa, dueño de El País, paga y publicita a mercenarios para desacreditar sin éxito a Cuba.
Mientras, el mundo se entera a través de la gran prensa la inclusión de Cuba en una lista de 14 naciones que EE.UU. estima patrocinan terrorismo y por ello los pasajeros provenientes de la Isla son sometidos a ultrajantes revisiones aeroportuarias, nueva fórmula para entorpecer la ascendente industria turística del país antillano.
Sin embargo, la propia prensa sigue ocultando la naturaleza criminal de numerosos cubano-americanos de largos historiales terroristas contra la Antilla Mayor, documentados por la propia CIA, refugiados durante decenios en la Florida con la complacencia y el aplauso de las administraciones norteamericanas.
Atacar a Cuba en medios de difusión de EE.UU. y Europa es antigua práctica que renueva la beligerancia de añejos intereses oligárquicos, no escarmentados aún, a pesar de sus reiterados fracasos en intentos por desestabilizar a la Isla con mentiras y medias verdades.
Corporaciones de prensa plana, televisión, radio e Internet y la novísima incorporación de una red de "blogueros de tiempo completo", orquestan infundios contra la Isla, iniciados hace más de medio siglo.
Son estrategias de terrorismo mediático las cuales también incluyen entre sus objetivos tácticos a las democracias latinoamericanas que han osado alzar la voz y la acción más allá de lo usualmente permitido por los tradicionales amos de la desinformación: Venezuela, Bolivia, Ecuador...
"Paraperiodistas" llama justamente el colega ecuatoriano Alberto Maldonado a esta suerte de mercenarios de la noticia, quienes disparan contra la conciencia social de los pueblos, remedos de los paramilitares que en Colombia hacen el trabajo sucio pagado por mafias de poder bien estructurado.
No es práctica nueva, sino copiada de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana, patrocinadora de viejos y nuevos plumíferos.
En España, el diario El País en otra muestra de su tradicional política editorial de derecha, titula "Bancarrota cubana" un reciente artículo editorial donde arremete contra Cuba y sus dirigentes, adornando los adjetivos con burdas mentiras sobre la situación socioeconómica en la Isla.
¿Cómo es posible que una publicación de tantos recursos ignore que millares de españoles que visitan a Cuba pueden fácilmente obtener in situ los elementos cognitivos que les permiten apreciar los infundios de El País?
Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, español que llegó a Cuba a finales de enero de este año para conocer la realidad, conversando con cubanos, en un solo día caminó más de 20 kilómetros por calles habaneras y en declaraciones al diario La República calificó de muy positivo el balance de lo que observó.
Explicó que en España suelen difundir mensajes muy deteriorados acerca de la situación en la Isla, y afirmó lo visto le ha servido para reafirmarse que si Cuba no sufriese el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE.UU. desde hace medio siglo, tendría un desarrollo impresionante.
Periodistas conocedores de interioridades del sector de la prensa española, como Patricio Montesinos, afirman que el grupo editorial Prisa, dueño de El País, paga y publicita a mercenarios para desacreditar sin éxito a Cuba.
Mientras, el mundo se entera a través de la gran prensa la inclusión de Cuba en una lista de 14 naciones que EE.UU. estima patrocinan terrorismo y por ello los pasajeros provenientes de la Isla son sometidos a ultrajantes revisiones aeroportuarias, nueva fórmula para entorpecer la ascendente industria turística del país antillano.
Sin embargo, la propia prensa sigue ocultando la naturaleza criminal de numerosos cubano-americanos de largos historiales terroristas contra la Antilla Mayor, documentados por la propia CIA, refugiados durante decenios en la Florida con la complacencia y el aplauso de las administraciones norteamericanas.
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