viernes, 19 de febrero de 2010

Usted también puede manejar un perro caliente


Por Ernesto Pérez Castillo

Los estudiantes a punto de graduarse de la Universidad de Miami y de la Universidad Internacional de la Florida han recibido esta semana una muy tentadora oferta de empleo: ser contratados como chóferes de un “carro perro caliente”.
La oferta incluye comida gratis –probablemente, todos los perros calientes que quieras–, y aunque el salario es de apenas poco más de mil dólares, la competencia para conseguir el puesto está durísima: se han contabilizado más de 2 000 solicitudes para solo doce plazas, pese a que los aspirantes deben ser profesionales con su título universitario.
Por ejemplo, una de las aspirantes es Laura González, una ingeniera recién graduada que, para conseguir el “empleo”, asegura que domina el inglés, el español… y hasta el japonés. Así y todo, no es seguro que consiga el trabajito.
Con semejantes perspectivas laborales, se hace clara la reacción de Amy Bishop –neurobióloga graduada en la Universidad de Harvard y profesora en Alabama– quien en una reunión académica, al enterarse de que no fue aprobada su solicitud para un puesto permanente, sacó una pistola y baleó a seis de los asistentes, asesinando en el acto a tres de sus colegas.
Lo mismo vale para Joseph A. Stack, el ingeniero informático que hace un par de días despegó con un avión monomotor Piper PA-28, sin previamente declarar un plan de vuelo, y minutos después lo estrelló contra un edificio del IRS –el odiado Sistema de Recaudación Interna– en Austin, cuando se encontraban dentro unos 200 empleados fiscales. Stack había dejado antes una nota: “les ofrezco mi muerte y felices sueños”.
Pero los recién graduados son gente más persistente… ese es el caso de Elliot Warsof, graduado de mercadeo en la Universidad de Miami, que se ha presentado para chofer del “carro perro caliente”, siempre infructuosamente, esta vez por tercer año consecutivo. Él insiste en que le encantaría manejar el Yummy, o el Weenr, o el Relshme –los tres modelos de “perros calientes” disponibles: “cualquiera me vendría bien”.
Y está clarísimo: es que no cualquiera tiene un avión a su disposición para estrellarlo cuando le vaya mal. Teniendo el “perro caliente”, ya tendría a mano algo para destruir cuando el sistema le ponga la cabeza mala.

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