Como escribí hace pocos meses en un artículo titulado “A Cuba no se le puede insultar”, existe la infantil manía, incluso entre las personas que se tildan a sí mismas de demócratas convencidas (aunque es más lamentable aún entre las que se dicen “de izquierda”), de recordarle a la mayor de las Antillas todos los tratados internacionales sobre derechos humanos habidos y por haber, mientras se mira hacia el cielo cuando las potencias del primer mundo incumplen diariamente esos mismos pactos de forma contumaz, violando no sólo tales acuerdos, sino vulnerando las mismas leyes que dicen defender acerca de las libertades cívicas.
¿O hay que recordar diariamente a Bush, Zapatero, Berlusconi, Sarkozy y demás empingorotados dirigentes, las torturas que se aplican en el llamado primer mundo, fuera y dentro de las prisiones, las invasiones de países soberanos, los genocidios cometidos en ellos, robos y saqueos, la conculcación de las libertades mínimas, la vigilancia personal en todas las esferas, hasta de la vida íntima, los periodistas asesinados, el narcotráfico, la protección de asesinos (Posada Carriles, Orlando Bosch, Carlos Alberto Montaner, Armando Valladares, etc.), la construcción de muros (el recuerdo de Berlín queda en ridículo ante los que coloca EEUU frente a México y el de Israel contra el pueblo palestino), todo ello en nombre una falsa “lucha contra el terrorismo”?
La desbordante hipocresía de la que hacen gala esas gentes tan apasionadas por la envilecida “democracia”, espoleadas por el silencio cómplice de sus dirigentes y periódicos (sostenidos a su vez por las grandes multinacionales que todos conocemos), llega a límites en los que la cordura se da de bruces con la ética y la inteligencia. › Leer Más
No hay comentarios:
Publicar un comentario