miércoles, 23 de septiembre de 2009

El concierto de Juanes nada ha cambiado en Cuba

Por Anónimo 13

Hoy es miércoles 23 de septiembre y después del concierto de Juanes y sus invitados, nada ha cambiado en Cuba.
Me atrevo a decir que nada ha cambiado con la certeza absoluta de que mi sobrino asistió a su escuela vocacional de arte y a almorzar tranquilo sin que la comida vespertina le cueste un centavo; mi madre asistirá a sus clases de Tai Chi junto a otras abuelas (aunque ella nose considera una anciana sino una señora mayor), mi padre estará reunido con sus ex-compañeros de la Sierra, en alguna esquina de miciudad natal, mis tías esperaran el almuerzo (tal vez frugal) en su casa de la capital y mi hermana, al frente de un grupo de voces maduras llenará de música cualquier esquina, cualquier auditorium.
Digo que nada ha cambiado porque aquella ciudad de blanco dominical, nada tiene que cambiar en sus hospitales, sus escuelas, sus plazas, sus calles. Un concierto no podrá cambiar el espíritu de un país, de un pueblo. Una jornada de música no podrá modificar la musicalidad del cubano que milita cantando. Un concierto nunca podrá convertir pesos en dólares ni máquinas de escribir en computadoras, y aun así, el genio de la ciencia y la inteligencia cubanas sobrepasará el desafío de la ciencia para alcanzar esos primeros lugares que estamos acostumbrados.
Aun cuando la CNN nunca quiera alzar su voz a favor de los médicos cubanos ni sus proezas, ni los foros internacionales admitan sin tapujos que la instrucción cultural cubana es una alta palmera que sombrea los alrededores.
Nada ha cambiado y nada cambiará. Los espías continuarán su rumbo errático hacia un norte utópico y los mambises de a pie, esos que luchan día a día contra la adversidad económica, contra el dengue, contra las cataratas de miles de sudamericanos, incólumes y serenos porque el sistema los respalda darán un paso más hacia el éxito profesional.
Cuba no cambia. Nada cambia en Cuba. Los enfermos encontrarán los mismos médicos de la familia al doblar de la esquina, los oficinistas entrarán a sus empresas sin temor al despido, los obreros dormirán tranquilos porque la palabra desahucio hace mucho que no figura en el vocabulario callejero.
Las universidades abiertas, los corazones abiertos, La Habana y la isla entera abiertas a los cambios, del exterior. Porque el concierto de Juanes debe provocar esas mutaciones necesarias no en el corazón de Cuba sino en la mente y el espíritu de los que alzan sus gritos contra Cuba.
Todos se han equivocado cuando pensaron que Juanes iba a cantarle a Fidel, al que Carilda y tantos otros poetas le han cantado. Juanes aprovechó la plaza para desatar una Revolución de emociones alrededor de un gigantesco pueblo llamado Cuba, al que todos temen porque educa, sana, ilustra. Y donde comunismo o el socialismo ha creado nidos de amor, de sabiduría y esperanza; ha levantado torres de cultura, ha erradicado flagelos (como el analfabetismo, la tuberculosis, la polio, la pobreza...) ese pueblo pequeño y engrandecido por su obra interna le permitirá a mi sobrino desempolvar su instrumento para la jornada de mañana jueves 24, a mi madre alistar sus tennis para el Tai Chi y a mi padre continuar sus interminables narraciones sobre los días en la Sierra.
Y así de sencillo, después de Juanes, Cuba no cambiará. El peso continuará pujando a la par del CUC y los teléfonos se levantarán para los enamorados y los científicos. Y llegará el viernes y luego el sábado y el próximo domingo, como de costumbre, baldear la casa, un fricasé de almuerzo y la siesta, esperando el lunes 28, donde nada habrá cambiado.

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