M. H. Lagarde
Mientras una efímera declaración de Obama, llamando al golpe en Honduras por su nombre, continúa resonando en los oídos de una minoría de entendidos, los medios de prensa en Estados Unidos siembran dosificadamente, en la mente de las grandes mayorías, otra versión de lo que acontece en el país centroamericano.
Al priorizar temas como el de Afganistán, Irak, Irán o el viaje presidencial a Rusia, en sentido general puede decirse que la prensa norteamericana le ha dado una pobre cobertura al golpe militar hondureño. Incluso, hasta en algunos momentos claves, se silenciaron importantes acontecimientos o, al estilo de la CNN, se dio una versión de los hechos ocurrido absolutamente favorable a los golpistas.
En el caso de esa televisora, en aras de dar una imagen de “imparcialidad”, no han faltado en los espacios noticiosos las declaraciones del legítimo presidente Manuel Zelaya, aunque siempre en franca desventaja de tiempo televisivo en relación a la de los golpistas, a quienes se les trata de limpiar su deteriorada imagen.
De igual forma, en la propia CNN, los editores ha hecho suya las justificaciones de los golpistas y repiten, una y otra vez, la seguidilla defendida por Roberto Micheletti que asegura que, en Honduras: “no existió un golpe de estado, sino una sucesión legal del poder “. Al repetir tal argumento, CNN se confabula con los golpistas en el intento de enmascarar el hecho de que un presidente, electo por el pueblo, fuera secuestrado por los militares, mientras dormía en su casa, y sacado a la fuerza del país.
Significativo resulta igualmente el silencio de la prensa norteamericana respecto a la represión ejercida por los golpistas contra el pueblo de Honduras. Mientras en el tratamiento del tema iraní, se sobredimensionaron hasta el cansancio las imágenes de heridos y muertos en las protestas callejeras, en el caso de Honduras, los medios estadounidenses, autoproclamados paradigmas de la libertad de expresión y defensores de la democracia, se dan el lujo de ignorar la barbarie de los golpistas contra los seguidores de Manuel Zelaya. La represión se menciona esporádicamente y con la consiguiente dosis de tergiversación de la realidad, ya sea por omisión o distorsión.
En el caso del muchacho asesinado por un disparo en la cabeza el pasado domingo, mientras el pueblo esperaba el regreso de su presidente constitucional en los alrededores del aeropuerto de Tegucigalpa, El Nuevo Herald, por ejemplo, ha tratado de justificar el crimen aduciendo que el blanco trataba de “derribar una cerca de la pista” y por eso le dispararon. Como si echar abajo una cerca fuera un delito digno de ser castigado con la pena máxima. Al final, la idea es presentar a los militares al servicio de los golpistas como víctimas, indefensos “agredidos que solo se defendieron”.
The Wall Street Journal, en evidente sintonía mediática, plantea que la acción contra los manifestantes por parte de los militares hondureños fue “una respuesta a la agresión previa hecha con piedras por parte de los manifestantes, con las caras cubiertas, que trataban de derribar una de las cercas de la pista, por lo que se le dispararon gases lacrimógenos”. Nada se dice en cambio del disparo de fusil que cercenó la vida de un joven de solo 16 años.
Mientras tanto, el editorialista y “serio” Washington Post, al ocuparse de los sucesos del aeropuerto, pone en boca de un funcionario bajo anonimato una declaración en la cual se asegura que “dada la situación en Honduras, EE.UU. no apreciaba que el regreso de Zelaya no creaba el espacio político para el diálogo, pero que respetaba el derecho del Presidente como ciudadano hondureño y líder legal y constitucional de Honduras para tomar sus propias decisiones”.
La posición de la prensa estadounidense se distancia un tanto de la ambigüedad con que el gobierno de ese país ha manejado hasta ahora el tema del golpe militar en Honduras. Hoy mismo, un vocero del Departamento de Estado, ha vuelto a decir que Washington aún no está totalmente seguro de cómo definir lo que ocurre en el pobre país centroamericano. La prensa en cambio parece tener bien claro lo sucedido, así como en qué lado de la objetividad está su lugar.
Mientras la frase de Obama: "Sería un terrible precedente si empezamos a retroceder otra vez hacia una era en la que hemos visto golpes militares como transición política en vez de elecciones democráticas", se pierde en el olvido, la prensa, cuando se digna a hablar de Honduras, no pierde oportunidad para darle el espaldarazo a los golpistas.
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