Por M. H. Lagarde
Si algo ha definido durante los últimos 60 años el fracaso de la mafia anticubana de Miami contra Cuba ha sido el delirio de convertir sus deseos en realidad. Para ello, desde entonces hasta hoy, han contado con una maquinaria propagandística que, más que nada, mentira mediante, les sirve a algunos para autoconsolarse de sus frustraciones.
Por lo visto, nadie resulta más inocentemente crédulo que quienes aceptan y repiten, por simple descaro, oportunismo o estupidez, la increíble mentira con que la campaña de Trump en la Florida pretende ganar adeptos para las elecciones en ese estado. Quienes acepten, dicho en buen cubano, la "guayaba" de que el candidato opositor al actual presidente, Joe Biden, convertirá a los Estados Unidos en Cuba o Venezuela, no tienen la menor idea de cómo funciona la política en ese país, o no tuvieron la suerte de ser alfabetizados en 1961 en Cuba o, simplemente, se hacen pasar por tontos.
Que algunos representantes de las élites estadounidenses subestimen la inteligencia de sus electores y los manipulen, como si de infantes se tratase, es algo que forma parte, desde hace mucho tiempo, de la práctica electoral de ese país. Tampoco, por cierto, es nuevo que unos grupos se dejen domesticar mansamente para defender de esa forma determinados intereses individuales.
El mejor ejemplo de esto último es la llamada mafia miamense que se niega a desprenderse de la teta de la industria anticubana, sobre todo en períodos electorales, cuando un grupúsculo de politiqueros aprovecha para chantajear, con su supuesto apoyo, a los contendientes de turno.
Y como para corroborar lo antes dicho, algunos aspirantes a perpetuar el lucrativo negocio acaban de anunciar la realización en Miami del evento Free Cuba Fest, que deberá celebrarse el próximo 10 de octubre en el Miami Marine Stadium para, según sus promotores, denunciar "la situación de escasez que atraviesa Cuba en medio de la pandemia, el incremento de la represión, las injusticias en las cárceles y el precario estado de los presos políticos".
De acuerdo con informes del diario oficialista de la mafia, El Nuevo Herald, en el último acto autoconsolador de Miami tomarán parte: "artistas del género urbano como Gente de Zona, Chocolate, Raudel Collazo con Escuadrón Patriota, Dayamí La Musa y El Úniko; figuras de la radio y la televisión como Boncó Quiñongo y Judith González “Magdalena la Pelúa”, quienes se unirán en escena con terroristas mediáticos disfrazados de influencers, como Alexander Otaola, Chucho del Chucho y el actor Roberto San Martín".
Organizado por la también terrorista "plástica", Ana Olema, la misma que financió mancillar con sangre de cerdo los bustos de Martí en varios lugares de La Habana a comienzos de año, además de “homenajear" a figuras de la fracasada causa, tanto dentro como fuera de la Isla, el Free Cuba Fest, al parecer, tiene como plato fuerte la sumisión pública del exitoso dúo reguetonero Gente de Zona ante el mediocre y llamado influencer Alexander Otaola, quien, meses atrás, organizó una campaña de odio para desterrar al dúo de Miami por agradecer la presencia del Presidente cubano en un concierto celebrado en La Habana junto a la cantante italiana Laura Pausini.
Según repiten una y otra vez los promotores del evento, el líder de la agrupación Gente de Zona, Alexander Delgado, por fin, ha declarado: “Yo quiero ver al pueblo cubano que no le falte la comida. Yo quiero que la Policía no abuse de ellos. Yo quiero que ese pueblo tenga una atención médica correcta”.
¿Quién dijo que algunos reguetoneros no se dejan amedrentar por el chantaje de cualquier payaso?
Lo cierto es que ninguno de esos influencers, que todos los días apoyan las presiones del gobierno de Estados Unidos para asfixiar al pueblo de Cuba, ha podido mostrar evidencia de alguna víctima del hambre por la pandemia en Cuba. De igual forma, resulta ridículo hablar de abuso policial desde el país donde miles de personas, de la misma raza de Alexander Delgado, son asesinadas todos los años por la policía. Y si de asistencia médica se trata, mejor que se preocupen por las más de 200 mil víctimas de la COVID-19 en esa nación.
No es de extrañar, por tanto, que quienes mandan, desde Miami, a profanar los bustos de Martí en La Habana escojan la fecha del 10 de octubre para lucrar con el sufrimiento de la familia cubana. A los miserables que hoy se llenan los bolsillos a costa de la campaña de Trump en la Florida ni les importan los Estados Unidos, ni mucho menos la independencia y la dignidad de Cuba. Los buitres de su ralea solo conocen una patria: la de la mezquindad.
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