jueves, 18 de octubre de 2012

Un agente de Inteligencia rusa afirma que la CIA dio orden de asesinar a Che Guevara

-Ahora muchos llaman las actividades del Che en Congo, Bolivia y países latinoamericanos “exportación de la revolución”. ¿Podríamos compararlo con lo que presenciamos en estos momentos, es decir, con los intentos de Estados Unidos de exportar las llamadas “revoluciones de colores” a diferentes rincones del mundo?
-No creo que sea correcto trazar paralelos entre quienes exportan las revoluciones de colores y Che Guevara, que tenía unos objetivos sociales muy precisos. Quería hacer mejor la vida para el pueblo, para la gente, para la mayoría. Una señora incluso le mandó una carta preguntando si eran parientes, porque ella también se apellidaba Guevara. Le contesto “Si usted es capaz de llorar por la desgracia ajena, somos familia. Si no, solo llevamos el mismo apellido”.
Nadie de quienes promueven en nuestros tiempos las revoluciones de colores llora al ver el dolor ajeno, pero Che Guevara sí que lo hacía. Por eso viajó al Congo, a Bolivia, a Cuba. Las revoluciones de colores es una categoría completamente distinta, tienen el mínimo contenido social.



Entrevista con teniente general del Servicio de Inteligencia ruso Nikolai Leónov
Se cumplen 45 años desde la muerte de Ernesto Che Guevara, el revolucionario latinoamericano que llegó a ser una personalidad importante en el gobierno cubano como compañero de armas del líder de la revolución, Fidel Castro.

Che Guevara llegó a ser una leyenda en vida: era amado y respetado por millones de personas y odiado por los poderosos. Ante él se inclinaban como ante un nuevo Jesucristo y lo consideraban un Don Quijote del siglo XX. Su filosofía y la idea central del Che –que acabaría costándole la vida- fue hacer el bien.
Sobre la corta pero intensa vida de Che Guevara se han escrito decenas de libros y memorias y se han rodado documentales y películas de ficción. Y sin embargo en torno a su figura continúan circulando muchas especulaciones, falsificaciones y mentiras intencionadas.
Sobre cómo era en persona Che Guevara, quién ordenó su muerte y sobre otros aspectos de su vida, ha hablado en una entrevista en exclusiva para RIA Novosti el teniente general del Servicio de Inteligencia ruso Nikolai Sergueevich Leónov. Leónov conoció a Che Guevara mucho antes incluso del triunfo de la Revolución Cubana. Con él ha conversado Valeri Yarmólenko, de RIA Novosti.

-Nikolai Sergueevich, han pasado 45 años desde la muerte de Che Guevara. En su opinión, ¿qué valoración cabe hacer hoy en día de su personalidad y sus hazañas? ¿Qué valor tiene su figura para las nuevas generaciones: para la juventud, para la que seguramente se ha convertido en un símbolo de la cultura de masas?
-Es posible que la juventud actual desconozca el significado de la figura de Che Guevara y, mucho más, los detalles concretos de su biografía. Las encuestas muestran que, por desgracia, la juventud moderna es cada vez más ignorante. En general no da la impresión de tener un cierto nivel intelectual y conocer la Historia. Suele ser presa de distintas formas de populismo y se queda con las últimas novedades, sin ser capaz de analizar la actualidad.
En nuestra época la juventud era más seria y se hacía preguntas serias. En el momento en el que el Che estaba realizando sus hazañas revolucionarias y cuando murió, la juventud en realidad tampoco sabía demasiado. El pico de su popularidad coincidió con los acontecimientos del mayo del 68 en París, cuando los estudiantes se convirtieron en una fuerza política digna de consideración en Francia.
Hoy en día, la popularidad de Che Guevara es en gran medida una cuestión de simple imagen. Incluso en Cuba, donde se puede encontrar una gran abundancia de imágenes relacionadas con el Che. Los mismos cubanos ven esta popularidad como una parte de un cierto turismo político, pero que a fin de cuentas les pilla un poco lejos. Y es algo que se puede entender. Por eso es importante ver la figura de Che Guevara no sólo desde el punto de vista de la juventud.
No pertenece solo a la juventud: es lo suficientemente compleja para que se puedan identificar con ella todas las generaciones. Ernesto murió a los 39 años, que es la edad de un hombre maduro y no de un jovenzuelo. Su persona recuerda fuertemente personajes de la literatura y la mitología, que siempre han ejercido un gran atractivo para la gente. Recuerda por ejemplo a Jesucristo y a Don Quijote.
-¿Se podría decir que Che Guevara fue el Don Quijote del siglo XX?
-Yo suelo comparar estas dos figuras. Buscaban en realidad lo mismo: cómo ayudar a la gente, cómo salvarla. Su existencia en la Tierra no tenía otro objetivo. Y de aquí sacaban su fe, su amor y su deseo de hacer el bien. El Che tenía precisamente esta filosofía: un deseo mesiánico de liberar a la inmensa mayoría de las personas de los vicios y males a los que está sometido el cuerpo humano, de suprimir las injusticias de las que está llena nuestra vida.
Su sueño vital era librar al hombre de verdad de sus ataduras. Por eso fue capaz de renunciar a sus intereses personales en favor de esos objetivos más altos. No es posible encontrar en todo el mundo un ejemplo como éste, el de una persona que, estando en lo más alto del poder, lo abandona todo para buscar aventuras revolucionarias, en un momento de crisis absoluta y además en un lugar en que el éxito era prácticamente imposible.
Hay que recordar que era padre de cuatro hijos menores de edad. Deja todo eso en Cuba y se embarca en una expedición que no promete nada, excepto una muerte dolorosa. Leer su carta de despedida, dirigida a Fidel Castro, es imposible sin que te embargue un gran sentimiento. Es difícil encontrar en el mundo un ejemplo así de entrega; quizá sólo comparable al de la madre Teresa, que lo dio todo por los enfermos y los huérfanos.
En el caso del Che, esta entrega tuvo su propia forma. Se puede decir que se ha hecho un héroe de nuestro tiempo convertido en mito; y esta imagen perdurará hasta que aparezca otro Don Quijote capaz de eclipsarle. Pero el Che continuará siendo una especie de pequeña llama eterna.
-Muchos tienden a demonizar la imagen de Che Guevara, hurgando en su vida y sacando a relucir únicamente los hechos que, según ellos, prueban su crueldad y la disposición de solucionarlo todo por vía violenta, sin buscar fórmulas con compromiso con  sus rivales. ¿Qué impresión tuvo usted en el contacto con él?
-Su imagen se intenta inevitablemente empañar, se cuentan cosas inverosímiles y simplemente nimiedades, porque estorbaba a los estadounidenses, de quien fue enemigo desde el principio. Lo que ocurre que toda su vida transcurrió bajo el lema de “hay que crear para Estados Unidos uno, dos, tres Vietnam”. Y EEUU buscan vengarse por todos los medios. Por esta razón siguen los intentos de estropear su imagen.
Fui el primer soviético en conocerle en 1956 en México, mucho antes del triunfo de la Revolución Cubana. Lo vi como un simple hombre, los dos éramos unos jóvenes como otros cualesquiera. Pero nunca y nadie de quienes trabajaron con él mencionó ninguna muestra de crueldad por su parte.
-Ahora hay mucha información, incluida la negativa, sobre Che Guevara. Se llega a asegurar incluso que fue rival de Fidel Castro.
-No es la primera vez que lo oigo: supuestamente su rivalidad con Castro llevó a que Che Guevara fuera mandado por fuerza a la expedición a Bolivia. Por supuesto, se pueden seguir inventando cosas, pero nunca ocurrió. Que los interesados juzguen por los documentos, porque el periodismo imparcial parte precisamente de los hechos reales. Recientemente se ha editado en Argentina un libro sobre la correspondencia no publicada de Fidel Castro y Che Guevara. Se aborda el período cuando en el que el Che estaba combatiendo en Congo, en 1965. Se cita el texto del telegrama en el que se dice “Che, déjalo todo, no saldrá nada de esta idea, vuelve a Cuba que te necesitamos por aquí”.
La respuesta fue “Fidel, no he agotado todavía todas las posibilidades, necesito otro par de meses”. Era la nota dominante de la correspondencia, ¿de qué sirve inventar que estos dos hombres se odiaban? Habría que cuestionar la profesionalidad y la honestidad de los que dicen lo contrario.
-La hermana de Fidel y Raúl Castro, Juanita, que conocía bien al Che, contó después de escapar a Estados Unidos que era una persona propensa a destruir a sus rivales al surgir la más leve discrepancia.
-Apenas se debería prestar la mínima atención a este tipo de declaraciones. Al oír las palabras “traidor”, “escapar” no me cabe la menor duda de que alguna gente tiene que justificar sus actos. Por ejemplo, nuestro agente, el general de la KGB, Oleg Kaluguin, también escapó y se inventó unas cosas increíbles para justificar su traición. La hermana de Fidel también escapó a Estados Unidos y publicó un libro, pero ¿acaso nos deberíamos fiar de los traidores? Nunca.
-¿Quiere decir que era una persona que dejaba objetar a quienes no estaban de acuerdo y probaba con sus actos la certeza de sus propios criterios?
-Diría que sí. Cuando traducía sus conversaciones con Nikita Jrushchov, Che Guevara lo escuchaba todo con atención, lo sopesaba todo y replicaba. No era de carácter servil, como muchos, era una persona muy íntegra, un político que obraba siempre en interés de Cuba y, en general, en interés de todos los pueblos latinoamericanos.
-¿Cuál es el papel de la CIA en la persecución y la muerte de Che Guevara?
-Los agentes de la CIA que participaron en las operaciones de captura y asesinato del Che no escribieron ni publicaron nada al respecto. En Estados Unidos está prohibido publicar este tipo de memorias, así que nunca se sabrá nada de quienes fueron tras Bin Laden y consiguieron su muerte. Hace poco un marino estadounidense escribió un libro sobre Bin Laden. Y la ley no lo permite, será sometido a persecución judicial, al igual que está ocurriendo con Assange.
-Y ¿por qué Che Guevara después de su captura fue asesinado y no procesado o llevado a la CIA?
-Si lo hubieran dejado con vida, no habrían podido condenarle a la pena capital. Recordaría demasiado la Biblia, no habrían sido capaces. Estados Unidos recordaba bien el comportamiento de Fidel durante el asalto al Cuartel Moncada. En el juicio pronunció un discurso que se convirtió en crucial para la Revolución Cubana. El Che Guevara no era menos elocuente, sabía convencer, superaba con creces a sus hipotéticos jueces. De modo que no habrían tenido ni argumentos ni motivos para condenarle a muerte.
La asistencia de la CIA a las autoridades bolivianas consistió más bien en  asesoramiento, lo han reconocido todos, incluido el ministro de Asuntos Exteriores de Bolivia de aquellos momentos, Antonio Arguedas, que robó los diarios del Che, sacó una copia y la envió a Cuba. Ayudó también para que sus manos cortadas llegaran hasta sus correligionarios y más tarde indicó el lugar donde había sido enterrado. Incluso entonces Arguedas reconocía que los estadounidenses los habían asesorado durante toda la operación de captura del Che.
-Dígame, ¿y se puede asegurar que la orden de asesinar al Che partió de la CIA?
-Formalmente la orden la emitió el presidente de Bolivia, el general René Barrientos Ortuño, pero el respectivo consejo se le dio con mucha insistencia por el representante de la CIA en Bolivia que tenía bajo su control toda la operación. Dijo: “Acaben lo antes posible, no se demoren”. Es por esta razón por la que la captura y el fusilamiento fueron cuestión de escasas horas.
-Es decir, ¿después de la captura del Che los acontecimientos siguieron un ritmo vertiginoso?
-Efectivamente, presentaba un peligro colosal, mayor que una bomba atómica, lanzada por el hipotético enemigo sobre el territorio de Estados Unidos. Su imagen sigue teniendo a Washington en jaque hasta el día de hoy.
-Se reunió con Che Guevara en Moscú. ¿Qué era lo que le impresionó más o, posiblemente, decepcionó de nuestro país?
-Quedó profundamente impresionado por cómo había recibido el pueblo soviético la noticia sobre el triunfo de la revolución en Cuba. Participó en reuniones con las masas y habló en mítines, estableció contacto con la gente, era para él como una especie de revelación.
Le impresionó también la disposición de nuestro Estado de prestar la más amplia ayuda a la Revolución Cubana: no había venido a la URSS en calidad de diplomático, sino para vender dos millones de toneladas de azúcar cubano, para la que estaba prohibida la entrada en EEUU. Era la misión primordial de su estancia en nuestro país.
Recordemos que a la Unión Soviética le costó trabajo adoptar aquella decisión, lo noté en la reacción y los comentarios de Jrushchov. En aquellos momentos no teníamos necesidad alguna de comprar azúcar. Sin embargo, el Gobierno optó por reducir las plantaciones de la remolacha azucarera y comprar 1,2 millones de toneladas de azúcar bajo la garantía de que los suministros ya no se suspenderían. Esas restantes 800.000 toneladas el Che consiguió venderlas entre los países del Pacto de Varsovia y otras 200.000 toneladas se enviaron a China y Corea del Norte. De modo que supo resolver el problema que se le había planteado, un mérito digno de la más sincera admiración.
Además, le sorprendía enormemente que en un país de 260 millones de habitantes se viviera sin afán de lucro ni ganas de aprovecharse del prójimo. Me pidió que le aconsejara algunos libros de autores soviéticos. En ellos se había plasmado su sueño dorado y la gente vivía libre del poder del dinero. El dinero, aseguraba, era una “lapa” que nunca le soltaba a uno.
Actualmente operamos con otras categorías: en primer lugar la gente se interesa por los ingresos, los honorarios y las propiedades, Che Guevara descartaba esta actitud tajantemente.
-Ahora muchos llaman las actividades del Che en Congo, Bolivia y países latinoamericanos “exportación de la revolución”. ¿Podríamos compararlo con lo que presenciamos en estos momentos, es decir, con los intentos de Estados Unidos de exportar las llamadas “revoluciones de colores” a diferentes rincones del mundo?
-No creo que sea correcto trazar paralelos entre quienes exportan las revoluciones de colores y Che Guevara, que tenía unos objetivos sociales muy precisos. Quería hacer mejor la vida para el pueblo, para la gente, para la mayoría. Una señora incluso le mandó una carta preguntando si eran parientes, porque ella también se apellidaba Guevara. Le contesto “Si usted es capaz de llorar por la desgracia ajena, somos familia. Si no, solo llevamos el mismo apellido”.
Nadie de quienes promueven en nuestros tiempos las revoluciones de colores llora al ver el dolor ajeno, pero Che Guevara sí que lo hacía. Por eso viajó al Congo, a Bolivia, a Cuba. Las revoluciones de colores es una categoría completamente distinta, tienen el mínimo contenido social.
Y... ¡Los derechos del hombre! Muchos intentaron comerme la cabeza con este tema. No me da la sensación de que con el régimen de Gaddafi los derechos humanos se vulneraran en mayor medida que en la actualidad. Estuve en Libia y el nivel de servicios sociales que se prestaban al pueblo era muy alto. En el Norte de África no hubo un estado más protegido socialmente que Libia.
Pero allí sí que había un régimen político muy incómodo para Occidente. Y sí, en un momento dado este régimen apoyó al terrorismo. Había que quitarlo y lo quitaron. A nadie le importaron los medios. ¿Cree que el régimen de Al Asad en Siria es o ha sido tan inhumano y cruel como nos dicen? Pues no, visité Siria en numerosas ocasiones, hablé con la gente, estuve en Alepo y Damasco. Sentía una fuerte protección social, nada que ver con Rusia, por eso siempre comparaba el nivel con el de la Unión Soviética. Y en Siria era más alto, sin lugar a dudas. Lo que molesta es el líder.
-¿Cree que Estados Unidos para eliminar a Al Asad está dispuesto a destruir el país?
-Por supuesto, porque detrás de él está su partido, parte del cuerpo de oficiales educado en su mayoría en Rusia. Indudablemente, estamos ante el intento de destruir un Estado con toda su historia.
-Conoció a Che Guevara mucho antes de la Revolución Cubana, ¿fue un encuentro casual?
-Pasaron más de 60 años y puedo decir que no fue casual. Nos vimos en el apartamento donde se hospedaba en México Raúl Castro. A Raúl lo conocía desde 1953. Aquella vez sí que fue casualidad, fuimos vecinos de camarotes en un barco. Cuando Raúl se vio emigrado a México fui a visitarlo como viejo amigo. Yo entonces era becario de la Embajada de la URSS. Raúl no estaba bien y al lado de su cama vi a Che Guevara. Así fue como lo conocí y me lo presentaron como un médico emigrante.
-¿Qué período de la vida de Che Guevara debería considerar el más lleno?
-Destacaría dos etapas, la primera es la guerra revolucionaria en Sierra Maestra. Desde el punto de vista militar la victoria fue posible precisamente gracias a Che Guevara, cuyas tropas partieron de la zona, consiguieron llegar hasta el centro del país y tomaron a finales de diciembre la ciudad de Santa Clara, en pleno centro de la isla. Significó el final de la guerra, al día siguiente Batista abandonó Cuba.
De modo que fue el Che quien forzó a Batista a huir. Fidel Castro tardó una semana en llegar hasta La Habana, siendo el segundo después de Che Guevara en entrar en la ciudad.
 Y la segunda etapa es la del martirio, la de la expedición boliviana, donde demostró su inquebrantable ánimo. Fue grande en su victoria y en su fracaso.

Che Guevara
Ernesto Guevara de la Serna nació en una familia criolla en 1928. De acuerdo con una de las versiones, no nació el 14 de junio, sino el 14 de mayo. Aseguran ciertas fuentes que la fecha del nacimiento del bebé fue cambiada para ocultar que su madre se casó estando ya embarazada y proteger de esta forma a la familia de prejuicios.
El padre de Ernesto era arquitecto, perteneciente a una familia de clase alta de la aristocracia argentina. Por parte de la familia materna corría en las venas del Che la sangre del revolucionario irlandés, Patrick Lynch, que acabó emigrando a América Latina, y del último virrey español de Lima.
Tras graduarse de la Universidad, Ernesto Guevara recibe el título de especialista en enfermedades cutáneas, pero a la edad de los 26 años ya está combatiendo en las filas de los patriotas guatemaltecos contra la Infantería de Marina de Estados Unidos.
Al llegar a Cuba, conoce a Fidel y a Raúl Castro y se une a su destacamento. El apodo “Che”, motivo de su especial orgullo hasta el final de sus días, lo recibió precisamente allí, por su característico hábito de usar esta interjección en una charla amistosa. Fue herido en dos ocasiones y se le concedió por su valor el título de Comandante.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana el Che se convirtió en la segunda persona en importancia del país, después de Fidel Castro. Ocupó el puesto de ministro de la Industria y fue elegido presidente del Banco Nacional de Cuba. Tuvo cuatro hijos.
Che Guevara visitó la Unión Soviética y fomentó el establecimiento de las relaciones bilaterales. Sin embargo, con el paso del tiempo de desilusionó del “socialismo soviético”, acusando a la URSS de “vender su ayuda a las revoluciones populares”.
No creía en el éxito de la política económica de la Unión Soviética y fue uno de los primeros en predecir y argumentar teóricamente el colapso del “socialismo real” y el retorno de nuestro país al capitalismo. Para 1965 comentaba en público los aspectos en los que discrepaba de las autoridades soviéticas, sobre todo, la política de la URSS respecto a los países en vías del desarrollo.
Más tarde renunció a la nacionalidad cubana y desapareció de la vida pública. Se le vio en diferentes países africanos, donde se dedicaba a preparar terreno para estallidos revolucionarios.
En abril de 1967 el Che con su destacamento acudió a Bolivia, donde apoyó la sublevación armada de los mineros. Se disponía a extender la llama de la lucha revolucionaria a Argentina y a Perú. Sin embargo, el 8 de octubre Guevara fue herido y capturado por efectivos de la unidad de misiones especiales.
Al día siguiente del interrogatorio fue fusilado en el pueblo de Higuera, hasta junio de 1997 no se pudo dar con su tumba en la pista de despegue y aterrizaje de un aeródromo. Sus restos fueron llevados al mausoleo situado en la ciudad cubana de Santa Clara.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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