lunes, 22 de noviembre de 2010

El frente cultural

Por Carlo Frabetti

Durante la “transición”, el PSOE y sus aliados pusieron un considerable empeño en articular un amplio equipo de intelectuales y “creadores de opinión” orgánicos, sobre todo alrededor del grupo Prisa y con el diario El País como principal órgano de expresión. Rosa Montero, Juan José Millás, Fernando Savater, Ludolfo Paramio, Félix de Azúa, Vicente Molina Foix, Juan Cruz, Juan Cueto, Vicente Verdú, Manuel Vicens, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Josep Vicent Marqués, Maruja Torres, Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Haro Tecglen… Un equipo que hoy puede parecer heterogéneo, incluso contradictorio, pero que en su momento, y con la superación de la barbarie franquista como objetivo inmediato, consiguió dar la imagen de un frente cultural coherente y progresista.
Con el tiempo, algunos se alejaron por la derecha del eje Prisa-PSOE, como Savater, y los menos dóciles se marcharon espontáneamente o fueron invitados a marcharse. O se murieron. Con lo cual el equipo tuvo que incorporar a nuevos fichajes y promocionar a segundones como Elvira Lindo, David Trueba o Benjamín Prado, aunque con resultados poco satisfactorios. Y a partir de 2003, y sobre todo con sus desaforados ataques a Cuba y Venezuela, el grupo Prisa fue dejando cada vez más claro que su principal función era la defensa de los intereses económicos de sus amos, con lo que a estas alturas solo los muy tontos siguen creyendo que El País o la SER son medios progresistas. La rápida degradación física y moral de un Iñaki Gabilondo, cada vez más zafio y abotargado, es una expresiva metáfora -o metonimia- del deterioro de la imagen y la pérdida de credibilidad del grupo mediático al que pertenece.
Como intento de recuperar a una franja social fronteriza que ha dejado de leer los periódicos de siempre (o nunca llegó a leerlos), en 2007 nace el diario Público. Una vez más, los ilusionistas del PSOE recurren a la prestidigitación y los malabares, en un circo político-cultural donde el más difícil todavía es la única manera de mantener la atención de un público desencantado y aburrido. Pero esta vez les han crecido los enanos. Creyeron que podían comprar a un Rafael Reig nombrándolo jefe de opinión, o que un director joven e inexperto como Ignacio Escolar no se saldría de su papel de marioneta obediente. Pensaron que, junto con el propio Reig, Isaac Rosa y Antonio Orejudo podrían ser los nuevos rostros periodístico-literarios de la socialdemocracia, y resulta que además de brillantes son honrados y no están dispuestos a venderse por un plato de lentejas envenenadas. La seudoizquierda siempre intenta comerse a la izquierda, pero a veces se atraganta. Es difícil saber qué pasará con ese interesante híbrido en que se ha convertido Público; la criada respondona le está saliendo muy cara al zapaterismo; pero, a pesar de todo, no deja de prestarle importantes servicios en estos momentos de zozobra.
Unos momentos en los que, paradójicamente, es la derecha explícita la que dispone de una plantilla mediático-cultural más activa y coherente, engrosada con no pocos desertores de la izquierda. Fernando Savater, Federico Jiménez Losantos, Gabriel Albiac, César Alonso de los Ríos, Alfonso Ussía, César Vidal, Juan Manuel de Prada, Mario Vargas Llosa, Fernando Sánchez Dragó, Luis Racionero, Antonio Escohotado, Luis Alberto de Cuenca, Gustavo Bueno, Albert Boadella… Una plantilla versátil y agresiva que sin duda jugará un papel importante (ya lo está jugando) en la más que probable derrota del PSOE en las próximas elecciones.
Y la izquierda propiamente dicha, la que de verdad se opone a la barbarie capitalista, ¿con qué efectivos cuenta en el resbaladizo terreno de la cultura? Pocos y dispersos. Entre los intelectuales de primera magnitud y amplia proyección internacional, solo uno: Alfonso Sastre. A su alrededor, más o menos cerca, escritores como Vicente Romano, Andrés Sorel, Juan Madrid, Sara Rosenberg, Javier Maqua, Santiago Alba Rico, Carlos Fernández Liria, Higinio Polo, Francisco Fernández Buey, Fito Rodríguez, Carlos Taibo, Manuel Talens, Belén Gopegui o Marta Sanz; editores como José María Esparza (Txalaparta), Eva Sastre (Hiru) y Constantino Bértolo (Caballo de Troya); periodistas como Antonio Álvarez Solís, Iñaki Errazkin, Antonio Maira, Carlos Tena, Alfredo Grimaldos y Pascual Serrano; actores y actrices como Alicia Hermida, Vicente Cuesta, Gloria Berrocal, Juan Margallo o Willy Toledo; narradores orales como Xosemari Carrere y Quico Cadaval; artistas plásticos como Andrés Vázquez de Sola, Paco Bernal y Kalvellido; cantautores como Fermín Muguruza y el recientemente fallecido Quintín Cabrera… Pueden parecer una lista larga comparada con las de la derecha y la seudoizquierda; pero es que en las anteriores solo figuran los más destacados miembros de sendas familias numerosísimas, mientras que esta no sería fácil alargarla mucho más (incluso puede que sobren algunos nombres) si solo incluimos en ella a conocidos profesionales del mundo de la cultura abiertamente comprometidos con la lucha anticapitalista. Sin olvidar, por otra parte, que el menos mediático de los intelectuales y artistas orgánicos del nacionalcatolicismo o de la socialdemocracia lo es más que el más popular de los nuestros (pues aunque algunos, como Alicia Hermida y Willy Toledo, aparezcan a menudo en los medios, tienen muy pocas ocasiones de decir lo que piensan).
Pese a todo, no es un frente inoperante, y lo que en alguna ocasión he definido como la conversión de la calidad en cantidad (ver # 131 en www.nodo50.org/contraelimperio) ha dado resultados notables, como la protesta contra la invasión de Iraq durante la ceremonia de los Goya en 2003 o la defensa de la revolución cubana tras la ofensiva de Prisa y sus intelectuales a sueldo. Y con la consolidación de los llamados medios alternativos se abre una nueva etapa en la batalla de las ideas. Los movimientos sociales, las organizaciones de base y quienes hemos hecho de la cultura nuestro oficio tenemos un nuevo espacio, ilimitado y por eso mismo incontrolable, en el que converger y articularnos. No podemos desaprovecharlo.

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