Rauda y veloz, la acaudalada Yoani, presa de las mentiras que el buen patrón le exige difundir, critica al Estado de proletarios cubano, en un trabajo que decidió nombrar «El mal patrón». La multipremiada bloguera, quien recibe puntualmente su paga en dudosos premios, expresión de una nueva modalidad de lavado de dinero de la USAID, arremete ahora contra las autoridades gubernamentales de la isla, acusándoles de apartarse de los cánones de la ortodoxia leninista.
Para la bloguera oficial del imperio en La Habana, la crítica a las instituciones sindicales cubanas tiene un sustento real en su experiencia laboral. La muchacha, desde hace algún tiempo, decidió consagrarse a una peculiar modalidad de trabajo por cuenta propia: mercenaria, para cuyo desempeño no requiere de la oportuna defensa de ninguna institución sindical.
Su contenido de trabajo no es otro que acatar dócilmente los lineamientos de la política editorial que se le impone a la eficiente mercenaria en las actuales circunstancias del reordenamiento de la fuerza laboral en Cuba. Significa silenciar, distorsionar, manipular las urgentes razones que para el bien de la maltrecha y bloqueada economía cubana, son imprescindibles acometer.
Desde la seguridad que entraña para Yoani Sánchez recibir tan solo en el importe de un premio, el equivalente a 72 años del salario de un médico en Cuba, o el equivalente a 4 años de labor de un renombrado cirujano en la Unión Europea, la bloguera de moda de la gran potencia pretende ahora erigirse en defensora de los derechos de los trabajadores cubanos y realiza furibundas diatribas contra «el mal patrón».
Quienes dominan la historia de Cuba, saben que la política de la «fruta madura», del «buen vecino», de la «zanahoria y el garrote», el «Plan Mangosta», el «Programa de George W. Bush», forman parte de las pretensiones del imperio de apoderarse de la Isla. Los cubanos que se esfuerzan por ganarse honradamente el sustento del pan nuestro de cada día, conocen muy bien el «buen patrón» que defiende Yoani.
Para la bloguera oficial del imperio en La Habana, la crítica a las instituciones sindicales cubanas tiene un sustento real en su experiencia laboral. La muchacha, desde hace algún tiempo, decidió consagrarse a una peculiar modalidad de trabajo por cuenta propia: mercenaria, para cuyo desempeño no requiere de la oportuna defensa de ninguna institución sindical.
Su contenido de trabajo no es otro que acatar dócilmente los lineamientos de la política editorial que se le impone a la eficiente mercenaria en las actuales circunstancias del reordenamiento de la fuerza laboral en Cuba. Significa silenciar, distorsionar, manipular las urgentes razones que para el bien de la maltrecha y bloqueada economía cubana, son imprescindibles acometer.
Desde la seguridad que entraña para Yoani Sánchez recibir tan solo en el importe de un premio, el equivalente a 72 años del salario de un médico en Cuba, o el equivalente a 4 años de labor de un renombrado cirujano en la Unión Europea, la bloguera de moda de la gran potencia pretende ahora erigirse en defensora de los derechos de los trabajadores cubanos y realiza furibundas diatribas contra «el mal patrón».
Quienes dominan la historia de Cuba, saben que la política de la «fruta madura», del «buen vecino», de la «zanahoria y el garrote», el «Plan Mangosta», el «Programa de George W. Bush», forman parte de las pretensiones del imperio de apoderarse de la Isla. Los cubanos que se esfuerzan por ganarse honradamente el sustento del pan nuestro de cada día, conocen muy bien el «buen patrón» que defiende Yoani.
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