miércoles, 20 de enero de 2010

Montaner: un émulo de Tartufo

Por Julio Ferreira

Es extraña la ligereza con la que actúan los farsantes confiados en que todo le saldrá bien. Algunos, como Carlos Alberto Montaner, en sus trajines y elucubraciones son capaces de lidiar sin complejos con perversos personajes de ficción. Así es la vida. Ver para creer.
Su más reciente esfuerzo en los medios de derecha para tratar de borrar su pasado terrorista y sus vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), interpretando el papel de “víctima” en una supuesta campaña difamatoria de parte del Gobierno cubano evidencia su creciente nerviosismo y carencia de límites morales.
Ni siquiera Molière en su magistral obra Tartufo (1667), cuyo personaje homónimo es paradigma de la falsedad, manipulación e hipocresía religiosa, pudo imaginarse a un Montaner que, bajo el vestuario de una supuesta ideología liberal, encarnara tan bien la personalidad de su enfermo imaginario de la Francia de Luis XIV.
Por supuesto, detrás del nuevo desempeño actoral de Montaner subyace una segunda intención - aunque disimulada, no menos importante- de la que siempre trata de sacar provecho: él quiere ser el centro de todo. No por gusto es visto con recelos hasta por sus propios socios de la extrema derecha cubano americana en Miami, pero su elevada vanidad y desmedido afán de protagonismo lo arrastran irresistiblemente hacia ese objetivo.
El antecedente más inmediato de la nueva puesta en escena se encuentra en un artículo de su autoría con el título cursi, al estilo de novela de espionaje, El asesinato de la voz, en el que el “inocente” Montaner asegura estar en el punto de mira del aparato de propaganda y difamación de las autoridades cubanas nada menos que por indicación directa del propio Fidel Castro.
Según su guión, él es la causa de los desvelos del Gobierno cubano y por ello es sometido a una persecución cruel y sistemática por implacables agentes de la seguridad cubana que intentan silenciarlo mediante “propaganda, desinformación, medidas especiales, calumnias, amenazas y presiones de todo tipo”.
De acuerdo al también jefe vitalicio de la fantasmagórica Unión Liberal Cubana (ULC) que creó hace años en Madrid siguiendo indicaciones de la CIA para utilizarla como cobertura en su accionar subversivo, el aparato de desinformación del Gobierno cubano se dedica a propagar sistemáticamente dos “falsedades”: su pasado terrorista y sus vínculos con agencia de espionaje norteamericana.
Se trata en realidad de dos acusaciones documentadas que le resulta imposible sortear por mucho que él desee. Y no es la primera vez que este seudo analista comete el error de confundir deseos con realidad.
Es harto conocido su pedigrí como prófugo de la justicia cubana por actividades terroristas, cuando en diciembre de 1960 fue detenido, y en su domicilio se le incautaron materiales explosivos, como parte de una red extremista que se dedicaba a poner bombas en lugares públicos en La Habana.
Menos aún puede soslayar toda una vida al servicio de la CIA dedicada a tratar, sin éxito alguno, de subvertir el orden en Cuba y a atacar a los gobiernos progresistas en América Latina.
Pero ahora como para dar mayor fuerza histriónica a su papel de “victima” y de paso vanagloriarse de una supuesta prioridad que le otorgan las autoridades cubanas, afirma que la campaña difamatoria contra su persona, al margen de tratar de silenciarlo, tiene el propósito de crear “un factor de contagio” con la finalidad de destruir “por asociación” a él a cabecillas de los grupúsculos contrarrevolucionarios en la Isla.
Aunque se trata de una afirmación jactanciosa y con alta dosis de menosprecio hacia sus “socios” en La Habana, en efecto cumpliendo indicaciones de Langley ha apoyado a supuestos opositores internos – fabricados, dirigidos y financiados por Washington- en función de utilizarlos como caja de resonancia y pretexto para su campaña mediática internacional con la intención de aislar y desacreditar a Cuba.
¿Negará su papel en la campaña de desinformación y propaganda para presentar ante la opinión pública internacional al contrarrevolucionario y terrorista Armando Valladares Pérez (detenido junto a Montaner en diciembre de 1960) como “preso de conciencia, poeta e inválido”?
­¿A caso olvidó la carta que en junio de 1991 envió a los contrarrevolucionarios en Cuba Elizardo Sánchez, María Elena Cruz Varela, Roberto Luque Escalona y Oswaldo Payá Sardiñas, dándoles indicaciones de crear la organización contrarrevolucionaria Plataforma Democrática Cubana?
¿Desconocerá su papel de padrino del obediente Oswaldo Payá Sardiñas a quien endilgó el llamado Proyecto Varela y por ello luego lo promocionó junto a sus socios del Partido Popular español para que el Parlamento Europeo le concediera el Premio Sajarov?
¿Insistirá en negar su contribución inicial al estrellato de la bloguera cubana que no quiso ser “opositora”, y de quien ha comenzado a tomar distancia receloso por su meteórico ascenso que ha eclipsado a los cabecillas tradicionales?
Por supuesto, Montaner negará todas esas preguntas y muchas otras que lo incriminan. Pero por mucho que se esfuerce en su papel de “víctima” no podrá ocultar su pasado terrorista y sus cuatro décadas al servicio de la CIA.
A pesar de ello, insistirá en sus patrañas. Es la naturaleza de este Tartufo “liberal” frente al cual hasta el mismísimo Molière se quitaría el sombrero.

Tomado de Kaos en la Red

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