› Muere el seguidor de Zelaya herido de bala
El golpe es un torpedo bajo la línea de flotación del intento de Obama de distensión con América Latina y con Cuba misma y fue lanzado por la derecha conservadora estadunidense, tanto del Partido Demócrata, como Hillary Clinton y su clan, como republicana (mediante los lazos de los bushistas con los militares y la derecha latinoamericanos). Es el primer debilitamiento serio y desde Washington mismo del propio Obama, para el cual esa derecha reserva el mismo papel que Óscar Arias, ese conocido siervo de Estados Unidos, quiere darle a Zelaya: el de presidente pour la galerie, fantoche y acotado, sin posibilidad de ninguna iniciativa, con una política exterior absolutamente controlada por el Departamento de Estado.
En efecto, la opinión de que Obama “es un negrito que no sabe nada de nada” la formuló el ministro de Relaciones Exteriores de los golpistas hondureños pero, aunque todavía no la expresen abiertamente, es compartida por todos los santos que los gorilas tienen en el paraíso del establishment estadunidense.
El golpe hondureño es contra los países vecinos ligados a Chávez y a Cuba, es contra Venezuela y Cuba, contra todos los gobiernos “progresistas” de América del Sur y es también un golpe sin Obama y contra Obama. La aberrante propuesta de Arias es funcional para los golpistas. Les permite ganar tiempo para organizar su poder de facto y cansar y desmoralizar a los partidarios del presidente constitucional. Los recompensa además con una propuesta de amnistía aunque dieron un golpe de Estado, asesinaron gente que defendía la Constitución y son “infames traidores a la patria”, pasibles de fusilamiento. Para colmo, según el Acuerdo de San José, Zelaya tendría que admitir en puestos claves de su gabinete efímero a quienes lo secuestraron, deportaron de su propio país, insultaron, falsificaron su firma en una carta infame de renuncia y están oprimimiendo por el terror al pueblo hondureño, y sería sólo el rehén de esa gente.
Si se aceptase la “solución Clinton” (solución para los golpistas), se alentarían futuros golpes y dictablandas (dictaduras militares con fachadas “legales”). La alternativa es difícil, pero es la única positiva: rechazar el laudo Arias-Clinton y encabezar, en Honduras mismo, un proceso de lucha, por todos los medios posibles, para imponer una asamblea nacional constituyente que decida quién y cómo gobernará el país. O sea, intentar crear una brecha en las fuerzas armadas y la policía mediante la movilización insurreccional, como en Bolivia frente a Sánchez de Lozada o en Venezuela, cuando el golpe contra Chávez.› Leer Más
El golpe es un torpedo bajo la línea de flotación del intento de Obama de distensión con América Latina y con Cuba misma y fue lanzado por la derecha conservadora estadunidense, tanto del Partido Demócrata, como Hillary Clinton y su clan, como republicana (mediante los lazos de los bushistas con los militares y la derecha latinoamericanos). Es el primer debilitamiento serio y desde Washington mismo del propio Obama, para el cual esa derecha reserva el mismo papel que Óscar Arias, ese conocido siervo de Estados Unidos, quiere darle a Zelaya: el de presidente pour la galerie, fantoche y acotado, sin posibilidad de ninguna iniciativa, con una política exterior absolutamente controlada por el Departamento de Estado.
En efecto, la opinión de que Obama “es un negrito que no sabe nada de nada” la formuló el ministro de Relaciones Exteriores de los golpistas hondureños pero, aunque todavía no la expresen abiertamente, es compartida por todos los santos que los gorilas tienen en el paraíso del establishment estadunidense.
El golpe hondureño es contra los países vecinos ligados a Chávez y a Cuba, es contra Venezuela y Cuba, contra todos los gobiernos “progresistas” de América del Sur y es también un golpe sin Obama y contra Obama. La aberrante propuesta de Arias es funcional para los golpistas. Les permite ganar tiempo para organizar su poder de facto y cansar y desmoralizar a los partidarios del presidente constitucional. Los recompensa además con una propuesta de amnistía aunque dieron un golpe de Estado, asesinaron gente que defendía la Constitución y son “infames traidores a la patria”, pasibles de fusilamiento. Para colmo, según el Acuerdo de San José, Zelaya tendría que admitir en puestos claves de su gabinete efímero a quienes lo secuestraron, deportaron de su propio país, insultaron, falsificaron su firma en una carta infame de renuncia y están oprimimiendo por el terror al pueblo hondureño, y sería sólo el rehén de esa gente.
Si se aceptase la “solución Clinton” (solución para los golpistas), se alentarían futuros golpes y dictablandas (dictaduras militares con fachadas “legales”). La alternativa es difícil, pero es la única positiva: rechazar el laudo Arias-Clinton y encabezar, en Honduras mismo, un proceso de lucha, por todos los medios posibles, para imponer una asamblea nacional constituyente que decida quién y cómo gobernará el país. O sea, intentar crear una brecha en las fuerzas armadas y la policía mediante la movilización insurreccional, como en Bolivia frente a Sánchez de Lozada o en Venezuela, cuando el golpe contra Chávez.› Leer Más
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