Por M. H. Lagarde
En un post anterior dábamos cuenta del misil aire-aire que un pescador había sacado en su red de las aguas del golfo . Entonces hicimos referencia al discurso de Obama en el Cairo donde el presidente dijo “Cuando una nación procura armas nucleares, todas las naciones corren mayor riesgo de un ataque nuclear.” (...)“Comprendo a quienes protestan que algunos países tengan armas que otros no tienen. Ningún país por su cuenta debe escoger cuáles países deben tener armas nucleares. Es por eso que he reafirmado firmemente el compromiso de Estados Unidos de procurar un mundo en el que ningún país tenga armas nucleares.” Y agregábamos nosotros: Cualquier persona medianamente sensata debe coincidir con el presidente estadounidense. Sobre todo, si se tiene en cuenta que Estados Unidos es el país en el mundo que con más armas nucleares cuenta.Bastante difícil se hace ya poder controlar las armas convencionales.
Y por lo visto, también, decimos ahora, las nucleares. De acuerdo con un reporte con fecha de hoy de ANSA: “Una bomba atómica, lanzada por un piloto-instructor de la fuerza aérea norteamericana, se encuentra desde hace medio siglo en el fondo del mar, a dos millas de la costa de Georgia, en el sur de Estados Unidos”.
Según el coronel jubilado Howard Richardson, de 87 años, quien dejó caer la bomba en el mar, el acontecimiento tuvo lugar el 5 de febrero de 1951, poco después del mediodía, cuando en plena guerra fría, en el espacio aéreo de Estados Unidos, estuvo por producirse una catástrofe nuclear.
Pero no nos perdamos la emocionante narración de ANSA:“Un bombardero B47, que llevaba a bordo una bomba atómica, volaba sobre Carolina del Norte para una misión secreta, de adiestramiento, sobre rutas de larga distancia para el caso en que se ordenara una incursión desde la base militar de Florida a uno de los objetivos en Rusia.
El adiestramiento debía ser lo más realista posible, razón por la cual el avión llevaba una bomba atómica de hidrógeno, precisamente la bomba nuclear que Richardson habría debido lanzar contra el enemigo en caso de una tercera guerra mundial.
Pero aquel día se produjo otro error: el B47 fue rozado en vuelo por otro avión en el fuselaje y perdió de inmediato altura.
"No nos dimos cuenta de inmediato de lo que estaba ocurriendo, -contó el coronel a los micrófonos de la BBC-, pero está claro que estábamos en peligro. Nos estábamos cayendo y en el lado derecho había fuego. Intenté retomar el comando pero sin éxito. Entonces teníamos ya en dotación asientos eyectables pero sabíamos del desastre que provocaría la explosión de la bomba".
“En ese momento, Richardson y su copiloto no tuvieron dudas y tomaron la decisión que salvó la vida a un sinnúmero de civiles”.
“Los pilotos trataron de desviar el avión hacia el mar buscando un aterrizaje de emergencia, pero antes era necesario lanzar la terrible arma que llevaban consigo”.
“Con gran trabajo Richardson logró llegar a dos millas de la costa donde, a baja altura, lanzó la bomba atómica”.
“Inmediatamente después amerizó, salvando su vida y la de la tripulación”.
Al terminar de leer la información de ANSA, casi se pueden escuchar los vítores y los aplausos con que acaban incontables cintas de Hollywood, donde el héroe yanqui salva a la mitad de la humanidad.
Hasta ahora, que se sepa, ninguna potencia ha amenazado con agredir a Estados Unidos por tamaña irresponsabilidad nuclear. Tampoco se conoce que ningún pescador haya sacado el mortífero artefacto en sus redes de pescar.
Y por lo visto, también, decimos ahora, las nucleares. De acuerdo con un reporte con fecha de hoy de ANSA: “Una bomba atómica, lanzada por un piloto-instructor de la fuerza aérea norteamericana, se encuentra desde hace medio siglo en el fondo del mar, a dos millas de la costa de Georgia, en el sur de Estados Unidos”.
Según el coronel jubilado Howard Richardson, de 87 años, quien dejó caer la bomba en el mar, el acontecimiento tuvo lugar el 5 de febrero de 1951, poco después del mediodía, cuando en plena guerra fría, en el espacio aéreo de Estados Unidos, estuvo por producirse una catástrofe nuclear.
Pero no nos perdamos la emocionante narración de ANSA:“Un bombardero B47, que llevaba a bordo una bomba atómica, volaba sobre Carolina del Norte para una misión secreta, de adiestramiento, sobre rutas de larga distancia para el caso en que se ordenara una incursión desde la base militar de Florida a uno de los objetivos en Rusia.
El adiestramiento debía ser lo más realista posible, razón por la cual el avión llevaba una bomba atómica de hidrógeno, precisamente la bomba nuclear que Richardson habría debido lanzar contra el enemigo en caso de una tercera guerra mundial.
Pero aquel día se produjo otro error: el B47 fue rozado en vuelo por otro avión en el fuselaje y perdió de inmediato altura.
"No nos dimos cuenta de inmediato de lo que estaba ocurriendo, -contó el coronel a los micrófonos de la BBC-, pero está claro que estábamos en peligro. Nos estábamos cayendo y en el lado derecho había fuego. Intenté retomar el comando pero sin éxito. Entonces teníamos ya en dotación asientos eyectables pero sabíamos del desastre que provocaría la explosión de la bomba".
“En ese momento, Richardson y su copiloto no tuvieron dudas y tomaron la decisión que salvó la vida a un sinnúmero de civiles”.
“Los pilotos trataron de desviar el avión hacia el mar buscando un aterrizaje de emergencia, pero antes era necesario lanzar la terrible arma que llevaban consigo”.
“Con gran trabajo Richardson logró llegar a dos millas de la costa donde, a baja altura, lanzó la bomba atómica”.
“Inmediatamente después amerizó, salvando su vida y la de la tripulación”.
Al terminar de leer la información de ANSA, casi se pueden escuchar los vítores y los aplausos con que acaban incontables cintas de Hollywood, donde el héroe yanqui salva a la mitad de la humanidad.
Hasta ahora, que se sepa, ninguna potencia ha amenazado con agredir a Estados Unidos por tamaña irresponsabilidad nuclear. Tampoco se conoce que ningún pescador haya sacado el mortífero artefacto en sus redes de pescar.
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