En La buena vida según Hemigway (elegantemente editado por la editorial Belacqua, de Barcelona, publicado justo cuando empiezan a rescatarse los –dicen–, muy reveladores papeles cubanos del autor) hay, por supuesto, una foto de Hemingway con elefante en Cuba. En ella, Hemingway asume la estampa de dueño de circo y el elefante, obediente, se para sobre sus patas traseras. Tal vez -–seguro– sea idea mía, pero el elefante tiene cara de estar pensando, hemingwayanamente, algo así como “Nunca le apuestes a un animal que habla, excepto si eres tú mismo” y que a toda buena vida le puede llegar su mala muerte.
Mientras tanto y hasta entonces –la distancia que hay entre el click del disparador y el bang de un disparo– mantener este libro lejos del alcance de los niños, no intentar hacer en casa lo que hizo su autor, y una vuelta de mojitos para todos. ›Leer Más
Mientras tanto y hasta entonces –la distancia que hay entre el click del disparador y el bang de un disparo– mantener este libro lejos del alcance de los niños, no intentar hacer en casa lo que hizo su autor, y una vuelta de mojitos para todos. ›Leer Más
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