miércoles, 3 de marzo de 2010

Cuba: mártir sin aura


Por José Steinsleger

Un terremoto acabó con Haití, y otro de gran intensidad estremeció a Chile. En Colombia se descubrió la mayor fosa clandestina de la historia latinoamericana (2 mil cadáveres) y los paramilitares admitieron haber asesinado a 30 mil personas, cifra que la Fiscalía estimó en 120 mil cuanto menos.
En México, las decapitaciones y matanzas de jóvenes son parte del “turismo aventura”, sólo que ahora las cabezas vienen desholladas. Y las teleaudiencias de los países “civilizados” ya responden con bostezos a los bombardeos de ciudades abiertas y las masacres sistemáticas de civiles de-sarmados en Afganistán, Iraq o Palestina. ¡Usted elige!
De las tragedias acontecidas en el primer bimestre del año en curso, ninguna más ruidosa que la muerte por inanición voluntaria del ciudadano cubano Orlando Zapata Tamayo, preso “político”, “de conciencia”, “disidente”, “opositor”, “delincuente común”. Macromediáticamente, resultó la noticia mejor posicionada.
Los comentarios publicados se dispararon en cuatro direcciones: 1) el desgarre de vestiduras del tipo “te lo dije”; 2) los de la izquierda que admiten el drama, y luego te explican cómo funciona el sistema penitenciario yanqui; 3) los refritados del Miami Herald y El País de Madrid que presentan al muerto como el Nelson Mandela del Caribe; 4) y los del Granma, en los que Zapata era una suerte de Hannibal Lecter.
Si para hilar fino nos apoyamos en las reflexiones de Michel Foucault (Vigilar y castigar, 1975), sólo resta cerrar filas con los mirlos blancos del humanismo a la carta. En el loquito mundo que vivimos, todos los presos del País Vasco o de Colombia son por definición “terroristas” de la ETA y de las FARC, y toda la población penal de Cuba, sin excepción, lucha en favor de “la democracia y la libertad”.
En España, por ejemplo, jueces como Baltasar Garzón resultan tan “justicieros” que de un lado libran orden de captura contra los genocidas de América Latina o emprenden la revisión de los crímenes del franquismo, y por el otro legalizan por omisión la tortura en el País Vasco. ¿Que “fuera de España no se entiende”? Es posible: basta con hacerse el sueco y calcular, cuidadosamente, costos y beneficios políticos. › Seguir leyendo...

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