Tocayo Pérez Chang:
Nuestro
encuentro fortuito en facebook hace unas semanas me permitió, además de
saludarte, leer los textos que estás publicando en Havana Times.org.
Desconocía
esa faceta tuya como articulista y me pareció muy bueno que un narrador de tu
reconocida calidad decidiera sumar su voz al coro de los que participan de una
manera más activa en la construcción y mejoramiento de nuestra sociedad. Te
confieso que el entusiasmo me duró poco cuando percibí la “yohanización” de tu estreno como cronista
social.
El
abanico temático que has elegido es variado, por eso me detendré solo en comentar
algunos de tus criterios expresados en los artículos que tocan temáticas afines
a nuestro común oficio de escritores: “Iniciativas
individuales en la cultura cubana, un tema escabroso y urgente”, “Jóvenes escritores cubanos y la Feria del
Libro” y “Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, reunión o acto
de circo”.
Es
evidente que para ti, nada anda bien en el sistema institucional de la cultura
y en la cultura cubana misma. En consecuencia declaras la inutilidad, cuando no
la muerte inminente “del sector editorial cubano” (entiéndase el Instituto
Cubano del Libro) y de la UNEAC, los cuales deben ser privatizados, refundados
o sencillamente, disueltos:
El sector editorial cubano ya no es
capaz de asegurar un flujo dinámico y actualizado de la realidad intelectual.
Los menguados planes de publicación, la incapacidad de la industria, los volúmenes
de impresión del sector educativo, la solvencia precaria de las empresas del
libro y los juicios valorativos de diversa índole —desde los estéticos hasta
los ideológicos— no respaldan la existencia de un paisaje rico y justo en
nuestras letras. Tampoco lo reflejan con diafanidad, mucho menos lo proyectan
al exterior. Ese otro panorama invisible para nada coincide con lo que se logra
publicar bajo la égida del Instituto Cubano del Libro o por otras
instituciones.
Me pregunto, tocayo, si ese “sector editorial”
no es el mismo que ha publicado tus ya numerosos libros de narrativa y en cuyo
sistema de premios has obtenido –por tu talento como escritor- galardones tan
notables como el Premio David de Cuento 1999; el Premio Iberoamericano de
Cuento Julio Cortázar 2003; el Premio de Cuento La Gaceta de Cuba 2008 y el Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011.
Premios que traen consigo promoción, prestigio, remuneración, publicación de
las obras premiadas. Te aseguro que has logrado confundirme pues ahora no
entiendo –según tu aguda crítica- si eres una virtud o un error de ese “sector
editorial” en tal estado de decadencia. No sabría ahora mismo como ubicarte
entre lo que publica el país y ese “paisaje rico y justo en nuestras letras”
que reclamas y consideras inexistente.
Crees que la salvación de nuestra literatura está en
privatizar el sector editorial y que:
En la
historia cubana las revistas y los grupos de opinión y expresión son los que
han movido la cultura a planos superiores mediante el debate y la puesta en
duda. A veces las iniciativas nacieron de sacrificios personales al límite de
la penuria pero siempre en pos de un solo objetivo, el más loable de cuantos
existen, engrandecer la nación sintiéndonos libres de hacerlo.
Con esa descripción debo
imaginar que te refieras a Revista de
Avance, Orígenes, quizás Ciclón, porque para ti lo institucional
no cuenta. Haciendo un esfuerzo por entenderte dejo a un lado las omisiones
mayúsculas que encierra tu párrafo, la simpleza de su síntesis, y donde dices
“han movido la cultura” leo “han movido la literatura” pero, el concepto de
literatura que nos regalas anula cualquier esfuerzo de mi parte para leerte con
coherencia:
Cuando digo
literatura pienso en todos pronunciándose en los términos que deseen, pugnando
con el poder, cuestionándolo, poniendo en jaque cada uno de los estamentos que
rigen la cultura, sin compromisos o con ellos, como se prefiera, pero desde la
más genuina individualidad.
¿De verdad es tu mejor concepto de
literatura? ¿No estarás queriendo hacer política sin darte cuenta? En ese caso
estás perdiendo la oportunidad de expresar de verdad lo que piensas sobre los
temas que enuncias pero en los cuales no profundizas ni ejemplificas.
Nuestro sistema editorial tiene
deficiencias, las tienen nuestras instituciones culturales, no se trata de
negar esa verdad evidente pero, no creo que privatizando esos sectores se van a
solucionar los problemas que más nos afectan. Mencionas de paso el tema de los
libros de texto. Asunto que merece la mayor atención ¿Cómo no estar de acuerdo
contigo? Seguro recordarás aquellos libros de texto de lectura y literatura en
que aprendimos a leer y escribir con Martí, Nicolás Guillén, Eliseo Diego,
Onelio, Dora Alonso, Denia García Ronda, por solo mencionar algunos nombres
asociados a aquella edad dorada. ¿Qué ha pasado que han bajado no solo la
producción sino la concepción, la calidad de los libros con que aprenden los
niños cubanos de hoy? Otro tanto pasa si te detienes a mirar el fenómeno de
nuestra televisión. ¿Crees de verdad que privatizando esos sectores van a
mejorar?
Yo me preguntaría en qué momento se
perdió el diálogo entre el Ministerio de Educación, el Ministerio de Educación
Superior, El ICRT, el Ministerio de Cultura, la UNEAC, entre las instituciones
y los individuos que las integran.En qué momento los creadores, los periodistas
dejamos de ejercer una de nuestras más importantes misiones: el ser críticos.
El diálogo empieza a perderse precisamente cuando el egoísmo, la desidia, la
defensa desproporcionada de intereses personales, la falta de crítica, se van
imponiendo.
Sabes bien que tenemos un amplísimo
sistema de premios literarios que abarca todos los géneros y ámbitos, desde lo
nacional hasta lo local. No creo necesario enumerarlos. Otro tanto sucede con
las editoriales, tenemos una estructura que asimila todos los géneros y
temáticas, con alcance nacional y provincial sin exclusiones. La experiencia de
las llamadas “Riso” permitió, a partir de la segunda mitad de los noventa, no
solo salir en auxilio de los escritores inéditos en el devastador panorama del
llamado “período especial”, sino que permitió, además, acabar con los
“colchones editoriales”.
Esa iniciativa, tan necesaria en su
momento, hace rato que pide ser repensada y redimensionada. Una vez aliviadas
las necesidades de publicación más ingentes acumuladas en los noventa, vemos –y
en eso concuerdo contigo- la proliferación de biografías, historias, y libros
de temáticas diversas de alcance muy local y cuya calidad o alcance cultural no
justifican su publicación. ¿Puede soportar esa carga el sistema editorial
cubano con las grandes dificultades económicas conocidas por todos?Por eso, a
diferencia tuya, si creo que persiste la actitud paternalista de un estado que
sigue asumiendo esa carga, pero unida a una grave falta de ejercicio de su
profesión por los consejos editoriales, la crítica, la intelectualidad, es
decir por nosotros, y el plural te incluye, tocayo en tu condición de escritor,
editor y articulista. Contrario a ti, creo que en Cuba se publica mucho; tanto,
que se publica de más.
Para debatir criterios y situaciones
como estos, entre otras cosas, es que existe una organización como la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba. Pero en tu artículo dedicado al Congreso de la
UNEAC, no dejas espacio al diálogo porque para ti, “No puede
haber en el VIII Congreso de la UNEAC otra discusión más apremiante. Incluso,
no debiera ni debatirse lo que ya es sabido por todos los miembros y que tiene
dos soluciones únicas y evidentes: refundar o disolver”.Tu criterio
al menos es coherente con tu fobia a las instituciones y tu afán privatizador.
Ya que eres tan categórico y radical en un asunto que involucra a miles de
asociados y a la vida cultural del país, te invito a que argumentes sobre algo
tan delicado y sobre lo cual pareces tener información que otros miembros de la
UNEAC desconocemos y sería muy bueno que la compartiéramos.Te hago la misma invitación cuando afirmas que, “más de la mitad de sus dirigentes
principales, decepcionados, extenuados, han presentado sus renuncias bajo
pretextos de todo tipo”.
Es necesario que argumentes. Tu texto sobre la
UNEAC me confunde. ¿Estaremos hablando
de la misma institución? Otras de tus afirmaciones categóricas dice:
Para evitar los enfrentamientos
encarnizados, las denuncias de arbitrariedades y despotismos, la avalancha de
protestas, los planteamientos problemáticos que pudieran cuestionar las bases
políticas fundacionales de la UNEAC (así como demostrar con cientos de
argumentos su obsolescencia en el panorama cultural), a las asambleas previas
no han asistido todos los miembros sino una porción minúscula, escogida con
precisión quirúrgica.
Por mi parte fui invitado por la Asociación de
Escritores a las reuniones de las secciones de ensayo y crítica, de narrativa y
poesía. Las invitaciones me llegaron al correo electrónico en mensajes enviados
de manera colectiva por el directorio de la Asociación. No me parece que esas
invitaciones colectivas fueran dirigidas a “una porción minúscula, escogida con
precisión quirúrgica” pues, hablando claro, nos las enviaron a todos los
miembros.
Fui a la de ensayo y crítica y puedo asegurarte que el
primer y dilatado asunto de la reunión fue la exigencia firme, por parte de la
membresía, de que no se hicieran reuniones por secciones, si no que nos
reuniéramos en plenaria para que todos expresáramos nuestros criterios y
pudiéramos elegir como delegados al congreso a quienes quisiéramos, más allá
del contexto de las secciones. Entiéndase: que críticos y ensayistas, poetas, narradores
e historiadores participáramos de una sola y completa plenaria. En este justo
reclamo fueron protagonistas la Dra. Graziella Pogolotti,
Luisa Campuzano, Desiderio Navarro, Eduardo Heras León, Denia García Ronda, Cira
Romero, entre otros colegas (me disculpo por cualquier omisión involuntaria).
Una vez tomado el acuerdo comenzó la reunión según lo previsto. En ese
encuentro se manifestaron muchos y enjundiosos criterios. No recuerdo ninguno
complaciente ni cómodo. En esa reunión habló el joven ensayista Carlos Velazco
para argumentar que se cambiaran las bases del Premio Nacional de Literatura
pues consideraba que debían participar los escritores cubanos que residen fuera
de Cuba. Nadie lo censuró. Guillermo Rodríguez Rivera argumentó por qué no estaba
de acuerdo y, días después publicó dos artículos sobre ese tema en el blog de
Silvio Rodríguez “Segunda cita”. Luego los replicaron otros medios digitales.
A los pocos días, la Asociación de Escritores se
reunió en pleno en el teatro “Raquel Revuelta”. Puedo asegurarte que la sala
estaba llena. Fueron todos los miembros que pudieron o quisieron. A ti, por
cierto, no te vi. En esa plenaria Carlos Velazco volvió a proponer el cambio de
las bases del Premio Nacional de Literatura; alguien propuso que cambiaran la
periodicidad de la Feria del Libro de la Habana; se habló de las pifias de la
Distribuidora Nacional del Libro; del mal estado del pago del derecho de autor
a los escritores; se habló de la telebasura; de la subcultura que se trasmite
en los medios ante nuestras narices, entre muchos otros y muy diversos
criterios. A nadie se le privó de hablar; solo hubo las lógicas alertas de no
pasarse de tiempo en las intervenciones. En esa reunión estaban presentes
varios directivos de instituciones, entre ellos, Zuleica Romay, Presidenta del
Instituto Cubano del Libro, quien hizo una intervención muy esclarecedora y
sostuvo un diálogo abierto y franco con todos los que quisieron preguntarle o
plantearle algo. En esa reunión se realizó libremente la votación para elegir
los miembros que nos representarían en el Congreso.
Ernesto, una Asociación de Escritores invitada y
reunida enpleno en un teatro no podrá ser nunca y en ningún lugar “una porción minúscula, escogida con
precisión quirúrgica”. En esto sí no siento confusión alguna. Me temo que
quizás seas tú el confundido. Esa afirmación tuya en un cuento puede ser
considerado un recurso literario. En un artículo de opinión es una falta a la
verdad, es decir, una mentira.
Entre las virtudes de publicar en medios digitales
está la de recibir los comentarios de los lectores. Tú estás recibiendo
numerosos de ellos. Léelos con calma y verás que te hacen un reclamo común que
puede encerrarse en este que te escribió “En Jineteras y
otros oficios similares” un lector que se identifica como Eduardo:
…yo no me atrevería a asegurar si lo
que se dice en este artículo es cierto o falso…como desconozco del tema por lo
menos le concedo el beneficio de la duda…pero lo que no me gusta de este estilo
de “periodistas” o “cronistas de la realidad cubana” es que nos montan toda una
historia sin nombres, sin entrevistas, sin fotos ni cualquier otra cosa que
medianamente nos pruebe la credibilidad de su dicho…
Al final de tu texto sobre la UNEAC,
anuncias que volverás a escribir sobre el asunto y nos invitas a reflexionar.
Reflexiona también antes de volver a escribir en Havana Times.org. Te has
labrado un merecido prestigio en el más solitario de los oficios; no lo dañes
en malas compañías.
Saludos con afecto,
Ernesto Sierra
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