Ulises Aquino, ¿el auto elegido? |
Por A.L. García
Resulta muy llamativo que una especie de manifiesto del
barítono Ulises Aquino haya empezado a circular, justamente, en estos días
previos a la celebración del VIII Congreso de la UNEAC. Su propio título (La
UNEAC, antes del Congreso) hace evidente la intención del autor de
colocar en el marco de ese evento los temas que quiere debatir.
En un contexto en el que además se están eligiendo los
delegados y precandidatos al Consejo Nacional y a la dirección de las
Asociaciones Nacionales, hacer circular un manifiesto como el de Aquino viene a
funcionar inevitablemente como una obvia fórmula de autopropaganda electoral.
Para empezar, Aquino se refiere a la UNEAC con un la
intención expresa de desmoralizarla y desacreditarla; la acusa de no poseer
liderazgo ni iniciativa y de tener, entre quienes la dirigen, a personas que no
representan los intereses de sus miembros porque no fueron elegidos
“directamente” por ellos, a causa de lo cual los artistas viven un “momento de
indefensión” sin precedentes.
Cuando menos, de inconsecuente puede calificarse que el
autor de este texto diga algo así de la organización en la que acaba de aceptar
un cargo de dirección a nivel de base. Si la UNEAC es un nicho donde a su
antojo campea la burocracia, donde se protegen a los “obedientes” convertidos
en “casta”, ¿cómo puede Aquino asumir una responsabilidad que lo pone al mismo
nivel de quienes denigra?
Su falta de ética pone en evidencia el interés de no
renunciar a ese espacio de visibilidad y, al mismo tiempo, presentarse en
tiempos de Congreso como “el elegido” que puede resolver unos problemas solo
identificados por él, ya que los demás se dedican a “repetir consignas”.
En esta arremetida contra la UNEAC, a la que califica de “instrumento”
(¿hará extensiva la difamación a todos los miembros de la organización?) añade
que es utilizada por el Partido para “obviar a los incómodos en
favor de los que convienen y de los que obedecen”.
En su cruzada de injurias no dice cómo, no expone pruebas,
obviamente. Tampoco asume la responsabilidad de señalar con nombre y apellidos
a los “incómodos” o a “los que convienen y obedecen”, según su parecer.
La que Aquino acusa de servil es una organización de
demostrado compromiso con sus artistas y creadores, que en representación de estos
ha sido crítica con lo que ha debido, con seriedad y ante quienes compete.
¿Qué espacios de debate han sido más agudos y polémicos
que los foros de la UNEAC, desde donde, con verdaderos argumentos
revolucionarios y una agenda ante todo cultural, la vanguardia intelectual
cubana ha construido el diálogo permanente con la política?
El objetivo principal de los miembros de la UNEAC, como
afirmó su presidente, Miguel Barnet, en un artículo publicado en Granma el
pasado 3 de enero, “es la salvaguarda de nuestra Nación y de nuestro
Socialismo”, bandera que ahora quiere arrebatarle e izar por su cuenta Ulises
Aquino.
Y como precedente de este
VIII Congreso ante el cual Aquino pretende imponer un enfoque divisionista, el
II cónclave de la Asociación Hermanos
Saíz fue una prueba del acompañamiento y apoyo del Estado y el Gobierno cubanos
a los reclamos de los jóvenes creadores del país, encomiados por su agudeza e
inteligencia, por ser serios y constructivos, por fomentar la unidad; atributos
de los que adolece el texto de Aquino.
En la clausura de ese Congreso celebrado el pasado mes de
octubre, el primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros,
Miguel Díaz-Canel, alertaba del peligro de asumir actitudes burocráticas que si
bien perjudican a toda la sociedad, en el “sector de la cultura resultan
particularmente funestas”. Y esta tendencia negativa, criticada también por el
propio presidente Raúl Castro, es la que ahora Aquino nos quiere hacer creer
que descubre, pero en los espacios menos verosímiles, y donde, por supuesto, no
figura su persona.
Sin embargo, no por grave e irrespetuosa toda esta
arremetida contra la UNEAC deja de ser un mero pretexto. El verdadero objetivo
de las diatribas se le escapa al autor en varios momentos, antes de abrir el
juego y declararlo del todo.
Por un lado dice que la UNEAC, “leve sombra” de lo soñado,
es un “reflejo de la realidad de la nación”.
Por otro, afirma que la organización, o quizás su cuerpo directivo (la
atropellada redacción no permite precisar), no funciona como contrapeso entre
las aspiraciones de la base y “el estado”.
“El Partido la utiliza en sus
comisiones de candidatura”, ataca finalmente.
A partir de este punto sus planteamientos fundamentales,
que nunca tuvieron un componente artístico -como correspondería a “un artista
preocupado” por su organización-, sino marcadamente político, van directamente
contra el Partido y la Revolución, que ha sido, según él, secuestrada por la
burocracia.
¿Que el Partido es “excluyente”, que hay que exigirle que
sea “más democrático”, que quienes nos dirigen “no nos representan”? Hay que
estar demasiado desinformado –o convenientemente predispuesto- para decir eso
de un Partido que sometió a plena discusión popular los Lineamientos que llevó
a su VI Congreso, y que enrutan los destinos económicos y sociales del país.
“No debemos repetir más que nuestra salud pública, nuestra
educación, el deporte y la cultura son gratuitos, eso no justifica el
esfuerzo de nuestro pueblo todos estos difíciles años”, es otra de
las memorables frases del panfleto. ¿No reflexionará Aquino que precisamente
por considerar sagradas e invaluables esas conquistas, nuestro pueblo ha
resistido tantos años de asedio y bloqueo –cuyos perjuicios él menciona, por
cierto, levemente?
Es perceptible su esfuerzo por utilizar un lenguaje en
apariencia revolucionario –quizás para no resultar disonante del todo entre
quienes sí están comprometidos. Así, asombra en su texto la inclusión de alusiones
superficiales al “imperialismo” y al “bloqueo”. No obstante, su posición no
deja lugar a dudas cuando dice que el bloqueo “de nuestra parte es más criminal
porque se impone desde adentro”.
A partir del giro en su discurso el barítono economista
opta por instruirnos en el significado de socialismo, ofrece sus aportes al
concepto de redistribución justa y defiende a “los hacedores de riquezas y
bienestar legítimos”.
Pecaminosa y contradictoria, la voz del empresario
frustrado y resentido empieza a dominarlo. ¿A qué hacedores de riquezas y
bienestar legítimos se refiere el hombre que abrió un negocio lucrativo en la
sede de un proyecto artístico altamente subvencionado por el Estado?
Ese mismo Estado que a su entender está diseñado por
burócratas y tecnócratas, mantuvo un financiamiento a su proyecto cultural,
Ópera de la Calle, por casi 10 años, y solo en el 2013 este ascendió a
aproximadamente medio millón de pesos.
La subvención no se retiró ni siquiera cuando para Aquino
dejó de resultar suficiente el dinero obtenido del presupuesto estatal y-sin
renunciar a este, oportunistamente-, a base de ilegalidades y complicidades abrió
una “paladar” en El Cabildo (con personas contratadas sin la debida
autorización, espacio no arrendado para ejercer la actividad, evasión del fisco[1]).
En su momento, este constituyó un clásico episodio de los
ataques mediáticos contra Cuba, a partir del cual se divulgó de manera tergiversada
que lo cerrado era el proyecto cultural Ópera de la Calle, y no el negocio
impropio.
En el trasfondo del texto, los hechos que llevaron al
cierre de este centro recreativo –el cual no tenía nada de legítimo sino que
nació de la distorsión del proyecto comunitario Ópera de la Calle,- se perciben
todo el tiempo.
El que decía servir a la comunidad violentando toda
normativa, y a la vez estaba comprometido
hasta el tuétano con una autoridad ahora corrupta, pues sus “gastos nos
condenan al malvivir”, nos revela que el Partido Comunista de Cuba es
excluyente y lo iguala a la burocracia.
Se apura a hablar de un desarrollo y una prosperidad
“condicionados por el ritmo de la libertad”. ¿Que a qué libertades podría referirse
a estas alturas? Claro que a la de empresa. Demasiado coherente su llamado con
el discurso que intenta inocularnos la subversión.
Pero a Aquino no le bastó con aquella experiencia de
manipulación, la de El Cabildo, para volver a darle trigo a los medios
vinculados a la maquinaria anticubana, pues hace unos días le concedió una
entrevista al Diario de las Américas.
Cierto que después, en su perfil de Facebook, trató de
desdecirse y alegó que los puntos de vista reflejados por este no eran “una
arremetida contra el gobierno de Cuba”, lo cual solo significa, de ser cierto,
que se estaba reservando para ahora, oportunidad en la que ya es imposible
negar su ataque abiertamente antipartidista y contrarrevolucionario.
Entre tantas, una frase del texto de Aquino demanda particular
atención: “ser y mantenernos
revolucionarios hoy, es muy difícil”, asegura.
En sus lecturas previas de historia, puede que el autor
haya extraviado el hilo de la interpretación objetiva, como mismo le sucede
ahora cuando intenta analizar la salud de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba, y extrapolar su “diagnóstico” a la realidad política y social de Cuba.
En todos los tiempos y contextos, ser y mantenerse
revolucionarios ha constituido una tarea difícil, en tanto asumir ese camino
implica el cuestionamiento constante de nuestros actos, en función del
cumplimiento de un objetivo supremo, de justicia y bienestar común.
Ser y mantenerse revolucionarios es un reto personal a la
autocomplacencia, al conformismo, al acomodamiento en la mejor oportunidad; es
una carrera en la que, quien la asume, se sabe comprometido a alcanzar una meta
para, en el acto, proponerse llegar a la siguiente.
La determinación de ser y mantenerse revolucionarios –si
lo sabrá el pueblo de Cuba- costó muchas vidas en el tránsito hacia nuestra
libertad. Y aunque a partir de 1959 la situación cambió radicalmente por la
llegada al poder de un gobierno que institucionalizó esas aspiraciones, “el ser
y mantenerse…” no dejó de exigir sacrificios de empeño, de voluntad, de perseverancia,
de creatividad.
Para Ulises Aquino, ser y mantenerse revolucionario –si
alguna vez realmente lo fue- resultó un propósito demasiado grande, una carga
muy pesada que con este texto, irremediablemente, dejó caer.
[1] Según
declaraciones de la Directora Provincial de Trabajo Isabel Hamze ofrecidas a La
Jiribilla. Consulta en el texto “La Ópera que nunca cerró”, de agosto del 2012.
http://www.lajiribilla.cu/2012/n587_08/587_29.html
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