Raudel Collazo (Escuadrón Patriota) |
De algún modo, la inevitable sensación de frustración que vive un artista cuando se para en un escenario y ve ante sí apenas un 26,7 % de las sillas de su auditorio ocupadas (sería más elegante redondear o no hablar en lo absoluto de porcentajes, pero prefiero en este caso dar el dato riguroso) contagia a los espectadores que lo acompañan en la soledad de su actuación.
Por eso me sentí tan ajenamente triste en la noche del 12 diciembre, cuando asistí a la gala de premiaciones del Festival Puños Arriba, y me vi como una de las escasas 400 personas que allí se reunieron para presenciar el concierto (de 1 500 que cabían en la tan torpemente demandada Carpa Trompoloco).
No podía dejar de recordar que, entre un cúmulo de acusaciones delirantes -resumidas a unas cuantas palabras ofensivas sin sustento-, el único argumento concreto usado por los “organizadores” de este evento para “justificar” la parafernálica protestadel día 10 de diciembre ante el Instituto Cubano de la Música (ICM), era que la sala de conciertos Avenida, donde se les había propuesto efectuar la premiación, era ¡muy pequeña!
Entonces me pregunté si quienes debían pararse en el escenario a cantar no hubieran preferido un espacio más íntimo, que les dejara la ilusión de haber llenado las butacas. No obstante, por quienes más me hubiera gustado que la “matraca” de la “productora” del concierto, Matraka (hasta ahora no había reparado en lo adecuado de nombre), tuviera algún sentido, era por los trabajadores del Instituto Cubano de la Música y del Consejo de las Artes Escénicas, quienes mucho debieron esforzarse para en apenas 48 horas garantizar todas las condiciones en la nueva sede, y apoyar el “éxito” de un evento que resaltó más por la tranquilidad con la que transcurrió que por la afluencia de público.
El desolador panorama allí presenciado -incomparable con el de un movimiento que arrastraba a miles hacia el Anfiteatro de Alamar-, así como lo incomprensible de las letras, confirmaban en pocos minutos lo que hace unos años los seguidores de este género venimos sospechando.
El rap cubano se ha dejado debilitar, sobornado por el facilismo del reggaetón y contaminado por advenedizos que han buscado en él un espacio para cultivar la saña y no el género.
La primera de las causas, de tipo “cultural”, puede llegar a revertirse con el tiempo, la perseverancia de los verdaderos creadores y el interés de las instituciones de la cultura por defender los valores artísticos; el segundo, sin embargo, depende de si al interior de nuestros procesos logramos ser más sagaces y aprendemos a deslindar al artista del artero.
¿Qué aportó el infeliz espectáculo organizado frente al Instituto Cubano de la Música el día 10 de diciembre por los “productores” de Matraka, con Michel Matos a la cabeza? ¿Habrá mal copiado el guión de tan fracasado performance en el viaje a su admirada Miami? ¿En qué ayudó al movimiento de rap el capricho de hacer el concierto en la Carpa Trompoloco, sino a hacer más ostensible,bajo la inmensidad de aquellas lonas, su decadencia?
A riesgo de injustas absolutizaciones, hay que reconocer que en medio de la atmósfera sombría descollaron las presentaciones de Bárbaro, “El Urbano” Vargas, Cuentas Claras (de Carlitos Mucha Rima), Etián, todos integrantes de la Agencia Cubana de Rap, así como de los representantes de Santiago de Cuba y Pinar del Río.
“Los organizadores” del Festival premiaron como disco del año el de Maykel Extremo, quien no es de la Agencia, y de “La Alianza”,agrupación que sí lo es. Igualmente, fue reconocido como artista novel “El Soldado”.
Notorio resultó que Raudel Collazo, “Eskuadrón Patriota”, también miembro hoy de la Agencia, agradeciera públicamente a esta y al ICM el apoyo dado al concierto.
Una prueba de que, a pesar de haber invocado “el respaldo del universo todo” en el hostil y servil comunicado puesto a circular malintencionadamente por Matraka antes de dirigirse al ICM, la única ayuda efectiva que recibieron fue la de las instituciones de la cultura acusadas de “feudales”, “obtusas” y “necias”; la cuales no cedieron ante ninguna presión porque no tenían nada que temer; simplemente, demostraron su voluntad para dialogar (aun cuando las vías para demandar el intercambio fueron inapropiadas), con madurez y flexibilidad.
Y la misma madurez es la que se espera ahora de la Agencia Cubana de Rap, institución que ante esta provocación convertida en oportunidad debe encontrar vías creativas para profundizar su trabajo y procurar un liderazgo efectivo en el movimiento, dotarlo de herramientas para mejorar su calidad, y evitar nuevas ¡y tan burdas! manipulaciones.
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