Por Nicanor León Cotayo
La jefa del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Ileana Ros-Lehtinen, quien atesora un largo historial de mentiras contra Cuba, le agrega otro apartado al insistir en una supuesta extensión del cólera en la isla.
La nueva intriga ya fue triturada con sólidos argumentos desde La Habana, incluido su frívolo argumento de que las autoridades guardan silencio al respecto por su interés de no afectar el turismo internacional que arriba a su territorio.
¿Fuente de la señora Lehtinen? Versiones de grupos públicamente financiados y dirigidos por Washington en el interior de la isla a quienes días atrás hicieron eco medios periodísticos de Estados Unidos.
Se trata de su respuesta a nombre de la ultraderecha de origen cubano y del Congreso al aumento del turismo internacional en Cuba, con un alza del 5,5 por ciento entre enero y mayo últimos, equivalente al arribo de un millón 400 mil visitantes extranjeros, algo que, entre otras cosas, les araña aún más su palidecida ficción sobre “el infierno cubano”.
La gran tragedia de Ileana al emitir criterios es su frágil credibilidad, muy estropeada por la cadena de patrañas que han acompañado su desempeño, no pocas veces desenmascaradas.
En octubre de 1999 ella montó un espectáculo ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes sobre el tema de supuestas torturas aplicadas por militares cubanos a pilotos estadounidenses que luego de bombardear el territorio de Vietnam cayeron prisioneros durante la agresión de Washington contra este.
Según lo divulgado, hubo 19 pilotos norteamericanos que, según lo narrado por Ros-Lehtinen, fueron atormentados en un campo denominado Zoo por el cubano Fernando Vecino Alegret. Este último, se comprobó más tarde, no estuvo en Vietnam durante aquellos años.
En respuesta a una carta de Ileana, el presidente demócrata William Clinton notificó que su Departamento de Defensa investigó estas denuncias en 1973 cuando los militares supuestamente torturados regresaron a Estados Unidos.
“Los ex prisioneros de guerra sobrevivientes vieron fotos de los posibles sospechosos. Sin embargo, esos esfuerzos no pudieron llegar a una conclusión y su identidad aún se desconoce”, afirmó entonces Clinton.
A principios de 2011 durante una visita que Ileana hizo a Haití, como jefa del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, conoció el alcance y resultados de la asistencia médica cubana a lo largo de años en esa nación, y a su regreso a Estados Unidos no se ocultó al prometer en Miami y el Capitolio de Washington que realizaría esfuerzos para eliminarla.
Esas brigadas de profesionales cubanos de la salud han sido reiteradamente elogiadas, entre otras razones, por el muy importante trabajo desplegado en Haití contra la epidemia de cólera.
Durante los primeros días de aquel año, despachos cablegráficos fechados en Nueva York dieron a conocer que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo había notificado a La Habana que el gobierno estadounidense le “congeló” 4 millones 200 mil dólares asignados por el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA y la Tuberculosis.
Observadores radicados en Washington vincularon este hecho a la conspiración montada por Ileana para afectar el creciente prestigio de la medicina cubana y entorpecer su reconocido quehacer de solidaridad humana en el exterior.
Uno de los principales objetivos de Ros-Lehtinen y sus lugartenientes ha sido golpear y si fuese posible detener el ascendente turismo internacional que llega a Cuba entre otras razones por la seguridad general que experimentan en ella.
He ahí uno de los motivos del bloqueo estadounidense a los viajes con destino a La Habana, muy afectados desde hace años por la titulada ley Helms-Burton y el denominado Plan Bush, ambos fogosamente impulsados por Ileana.
En 1997 hubo explosiones de bombas en hoteles turísticos de la capital cubana que arrancaron la vida al joven italiano Fabio Di Celmo y provocaron heridas a otras personas.
Investigaciones y testimonios revelaron que el autor intelectual de esas agresiones destinadas a crear pánico entre los turistas internacionales que viajan a la isla fue el terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles, estrechamente ligado a la ultraderecha de esa procedencia asentada en Miami.
Para sorpresa de muchos, Ileana se atrevió a organizarle allí un ruidoso homenaje público a Posada, el hombre que contrató a mercenarios centroamericanos para ejecutar los crímenes en La Habana, hecho que admitió implícitamente durante entrevistas con The New York Times y la televisión floridana.
Ahora Ros-Lehtinen hizo rodar desde Miami otro de sus pronunciamientos, esta vez para seguir el camino de su homenajeado en el afán común por tratar de confundir y atemorizar al creciente turismo que llega a Cuba.
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