Ilustración: Madeleine Albright por Alen Lauzán
Por Nicanor León Cotayo
La exsecretaria norteamericana de Estado Madeleine Albright defendió el derecho a violar reiteradamente el espacio aéreo de otros países y atacó ferozmente a Cuba por no aceptarlo.
Ella ejerció el cargo años atrás bajo el gobierno demócrata de William Clinton, y desde entonces se identificó cálidamente con grupos ultraderechistas de Miami ligados al terrorismo contra La Habana.
Por eso el jueves pasado recordó a su manera en esa urbe la ocasión en que hace 15 años dos avionetas de los titulados Hermanos al Rescate fueron derribadas en aguas nacionales de Cuba luego de haber violado muchas veces la soberanía aérea de esta.
Autoridades de la isla habían advertido entonces públicamente que no permitirían la repetición de esas provocaciones, y al continuar se vieron precisadas a detenerlas con la energía que exigía el hecho.
La desfachatez de los terroristas llegó tan lejos por esos días que condujeron sus avionetas hasta sobrevolar la capital cubana, donde fueron vistas claramente desde tierra.
Algunos se preguntaron entonces ¿qué sucedería si cualquier tipo de nave aérea no autorizada se atreviese a penetrar en el territorio de Estados Unidos, y más allá, si se aventuraba a sobrevolar Washington?
Ahora la señora Albright hizo suya una vez más la causa de esos elementos, a los que en ocasiones llegaron a criticar hasta representantes del gobierno de Estados Unidos.
Fuentes periodísticas de Miami comentaron el jueves que la ex secretaria de Estado respalda las gestiones de la extrema derecha asentada allí para lograr que “la democracia eche raíces en la isla”.
“Me gustaría ver a Cuba libre”, afirmó Albright. Lo curioso es que ella ha sido muy selectiva a la hora de hacer suyo un tema.
Por ejemplo, nunca ha dicho una sola palabra sobre los numerosos civiles asesinados en Pakistán y Afganistán, destrozados por bombardeos de aviones militares de Estados Unidos.
Tampoco se ha referido al más de un millón de civiles asesinados en Iraq después de la invasión que Washington impuso allí con el pretexto de la existencia de armas de exterminio masivo que, como se demostró, no eran reales.
¿Qué ha dicho la señora Madeline Albright sobre el hecho de que dos terroristas vinculados al gobierno de Estados Unidos hicieron volar en pleno vuelo un avión civil cubano donde en octubre de 1976 murieron 73 personas? ¿Y sobre el hecho de que ambos, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Avila, disfrutan de libertad y amparo precisamente en Miami? Silencio cómplice.
¿Qué ha opinado esta ilustre dama en cuanto al bloqueo norteamericano a Cuba que impide hasta la posibilidad de suministrar medicamentos a niños cubanos enfermos de cáncer? Lo ha suscrito de manera explícita e implícita.
¿Cuándo apareció una declaración suya condenando el amoroso encuentro que sostuvo la congresista cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen con el jefe del régimen gorila de Honduras, Roberto Micheletti, poco después del golpe de Estado que en el 2009 derrocó al mandatario legitimo de ese país, Manuel Zelaya? ¿o contra el golpe mismo? En ningún momento.
Otras muchas interrogantes podrían formularse, con respuestas no favorables para la señora Madeline Albright, hoy devenida ardiente gladiadora de las huestes que suscriben las peores causas del mundo.
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