Yoani Sánchez: ¿Por dónde le entra el billete a la mercenaria?

Por M. H. Lagarde

Como van los tiros, lo más probable es que la mercenaria Yoani Sánchez anuncie dentro de poco su renuncia. Con tanta plata como la que ella ha recibido en los últimos dos años -residiendo en Cuba, donde los alquileres de las casas son mínimos y la salud gratuita, entre otros favores sociales- uno casi puede considerarse un millonario.
Si bien antes, los premios se le concedían como promedio cada dos meses, ahora parece que la estrategia es agasajar a la blodeguera cada dos días.
A apenas unos días de que el Instituto de Prensa Internacional (IPI) la declarara "Héroe de la Libertad de Prensa", la Fundación Príncipe Claus de Holanda ha querido beneficiar a la mercenaria cubana nada menos que con un premio de 25.000 euros (32.000 dólares).
Alguien, si dudas, debe andar por ahí, además de mal humorado, desesperado. Antes el descalabro que significó para muchos que el gobierno cubano, acompañado de la Iglesia Católica y el PSOE, liberara a los famosos “periodistas independientes” que no resultaron ser ni una cosa ni otra, sino una pandilla de pedigüeños desagradecidos, es probable que alguien desee “reinventar”, aceleradamente, a golpe de dinero y de publicidad a la llamada disidencia cubana.
Otra razón del desespero puede estar dada por la reciente reaparición de Fidel Castro en un acto en el que permanecieron de pie, durante varias horas -para escucharlo y verlo, en vivo y en directo-, 10 mil jóvenes cubanos. ¿No decían los inventores mediáticos del “personaje” que en ella reencarnaba el espíritu de una generación desencantada con la Revolución?
No se sabe bien si a los creadores del engendro le preocupan más la vuelta a las tribunas de Fidel Castro o la presencia de los 10 mil universitarios. Lo que si está claro es que no se ha reparado en que tal lluvia de premios, en vez de beneficiar a la nueva “elegida” de la gusanera cubana, la perjudica. Por lo burdo de su diseño ya, ni siquiera sus correligionarios ideológicos, se tragan el cuento de la filóloga devenida periodista ciudadana.
Si cuando los premios llegaban cada dos meses resultaba ridículo y risible tanta atención sobre una persona sin talento ni mérito alguno, más burlesco resulta aún cuando el pago por sus inexistentes virtudes se convierte en un acto casi cotidiano.
No es nada difícil desenmascarar el absurdo de esta estafa que cada día engaña a menos. Baste una ojeada a las razones del último premio a la afamada blodeguera y enseguida saldrán a flote las costuras del muñeco.
Según una nota de la agencia DPA, la Fundación Príncipe Claus asegura que la blodeguera de 35 años es "una figura destacada en la utilización de tecnologías de redes sociales para derribar fronteras impuestas".
En la misma nota, al enterarse de este nuevo galardón que ha recaído sobre su persona, la mercenaria afirma: "En días como estos lamento mucho no tener una conexión a Internet, para compartir tanta felicidad con los comentaristas del blog”.
La pregunta es obvia: ¿Se puede ser una figura destacada en la utilización de tecnologías de redes sociales sin contar con conexión a internet? ¿Acaso el mensaje que se quiere transmitir es que para ser eficiente develando los secretos de la Cuba “cerrada” lo ideal es andar desconectado, además de la verdad y de la realidad, de la web?
La respuesta es por demás una burla a los miles de periodistas en el mundo que realmente luchan contra la verdadera dictadura mediática que, a nivel global, impone el imperio.
En otro lugar del despacho de DPA se lee: "Se premia a Yoani Sánchez por concientizar globalmente mediante su blog sobre la realidad de Cuba, por ser ejemplo inspirador y valiente dando voz a los que están silenciados”.
En el diseño de la permanente agresión mediática de Estados Unidos contra Cuba, otro tanto sin dudas hizo una emisora como Radio y TV Martí y que se sepa, salvo con los 700 millones que los botelleros de Miami le tumbaron al contribuyente estadounidense, nunca se le premió tanto.
Pero 20 años, el tiempo que ha transcurrido desde la caída del Muro de Berlín hasta hoy, es demasiado tiempo para hacer el ridículo.
La verdad que cualquiera, con un mínimo de vergüenza, tendría suficientes razones para desesperarse. Así que nadie se extrañe si el dinero sigue inflando la cuenta de la blodeguera en España. Después de todo, tal despropósito no vendría nada mal.
Al final, los exagerados e injustificados premios otorgados a Yoani Sánchez no solo ponen en evidencia el impotente desespero de los nuevos doctores Frankenstein de Langley, sino que además dejan, en clara evidencia, por dónde le entra el billete a la mercenaria.