Por M. H. Lagarde
Según la AP, Hillary Clinton no pudo escapar de la sombra de su esposo en África: un estudiante universitario en el Congo le preguntó qué pensaba el ex presidente Bill Clinton sobre un asunto financiero internacional.
“Mi esposo no es el secretario de Estado, soy yo'', dijo molesta, en un intento por reclamar su papel central en la conferencia. No voy a estar fungiendo como canal de mi esposo''.
“¿Quieres que te diga lo que piensa mi esposo?'', preguntó Clinton con incredulidad cuando un estudiante la interrogó sobre un crédito de miles de millones de dólares que China le ofreció al Congo.
Si quieres mi opinión, te daré mi opinión'', dijo la diplomática. No voy a estar fungiendo como canal de mi marido''.
El esposo de Hillary se llevó las palmas y la atención de la prensa recientemente luego de “rescatar” a dos periodistas detenidas en Corea del Norte.
Pero tales conflictos de identidad en las altas esferas de la política estadounidense, no sólo están relacionados con celos profesionales. Por lo visto, ni los propios políticos están muy seguros de quiénes son, por lo que se ven en la obligación de aclararlo.
Ellos, mejor que nadie, saben que no pasan de ser marionetas tiradas por los hilos de constructores de imagen y legiones de asesores que, a su vez, siguen el guión de los verdaderos grupos de poder que suelen permanecer en la sombra.
El tema puede resultar bien complicado sobre todo cuando los “confundidos” pertenecen a una de las alas del partido único –en este caso la demócrata- que cada cierto tiempo se alternan el control de los Estados Unidos.
¿Bill Clinton será alguien? Incluso, teniendo en cuenta el ambiente clintoniano que predomina en el equipo del actual inquilino de la Casa Blanca, uno bien podría preguntarse si Obama, de cuando en cuando, no tendrá algún sueño erótico con Monica Lewinsky.
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