Cuba cambia. Y cambia para que permanezca socialista como desean infinidad de cubanos, dentro y fuera del terruño. No quieren, ni quiero, que la avenida del Malecón sea alguna vez como presupone ese cuadro que me enseñaron hace diez años cuando trágicas circunstancias familiares me llevaron a Miami. La pintura, de autor ahora olvidado, presentaba a la típica avenida del litoral de La Habana como una arteria cubierta por anuncios lumínicos de todas las grandes empresas y consorcios norteamericanos. El problema, como se ve y huele, va más allá del humo que unos comentaristas soplan para que el trigo, que otros abonamos, se difumine entre los colorines de una retórica y un arte que no pueden enmascarar la dependencia. El problema llega a la sangre y la raíz de una vocación liberadora, de una historia aún caliente desde el Padre Varela y José Martí.› Leer Más
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