La suerte existe, sin dudas, también la mala suerte y los seres humanos aprenden a lidiar con ella. El destino es solo una hipótesis que cada quien debe confirmar con esfuerzo. Conozco a personas que nacieron justo en el lugar y el momento indicados, y los más grandes acontecimientos se esfumaron frente a sus narices, sin que lo supieran. Pero vivir tras una cámara fotográfica obliga a mirar más, a organizar visualmente formas y sentidos. Esta es la historia de un muchacho que empezó como investigador de mercado y aprendiz en el laboratorio fotográfico de una agencia de publicidad, hasta que la historia se desbordó y sus aguas lo arrastraron. De repente, fue uno de los fotógrafos que siguió con su cámara cada suceso de la Revolución latinoamericana más importante de la segunda mitad del siglo XX.
No se sentó a calcular costos y beneficios, no preguntó por las galerías neoyorkinas disponibles para su arte, salió a la calle y fue el artista que –durante 44 años--, más veces retrató el rostro de Fidel y uno de los que inmortalizó la imagen cubana del Guerrillero Heroico. Pero en los inicios, fue solo eso: un muchacho de 25 años que intuitivamente supo establecer una alianza entre el arte y la política de vanguardias (piénsese en los muralistas mexicanos o en el vanguardismo soviético de los años veinte). Hasta que un día de 1960 Celia Sánchez le hizo tomar conciencia de lo que hacía, cuando preguntó: “¿Ustedes saben que están haciendo la historia gráfica de la Revolución Cubana?” Si un artista se desentiende de la historia, la historia se desentiende de él.
Liborio Noval cumple 75 años, cuando esa Revolución que tantas veces retrató cumple 50. Me llamó a la casa para invitarme al homenaje que le hacen sus fieles de siempre. En un edificio restaurado de la Habana Vieja, se apiñaron decenas de personas. Con su tabaco en la boca, sonriente pero nervioso, recibió los obsequios, algunos personales, otros institucionales. Mientras miraba las fotos de la galería, pensé que este hombre singular, saludador, afable, casi humilde (pero conciente de la trascendencia lograda), nos honraba a todos con su invitación y nos advertía: si quieren hacer arte, vivan muy atentos, porque la historia –la grande y la pequeña--, no espera.
› Lea entrevista a Liborio Noval
No se sentó a calcular costos y beneficios, no preguntó por las galerías neoyorkinas disponibles para su arte, salió a la calle y fue el artista que –durante 44 años--, más veces retrató el rostro de Fidel y uno de los que inmortalizó la imagen cubana del Guerrillero Heroico. Pero en los inicios, fue solo eso: un muchacho de 25 años que intuitivamente supo establecer una alianza entre el arte y la política de vanguardias (piénsese en los muralistas mexicanos o en el vanguardismo soviético de los años veinte). Hasta que un día de 1960 Celia Sánchez le hizo tomar conciencia de lo que hacía, cuando preguntó: “¿Ustedes saben que están haciendo la historia gráfica de la Revolución Cubana?” Si un artista se desentiende de la historia, la historia se desentiende de él.
Liborio Noval cumple 75 años, cuando esa Revolución que tantas veces retrató cumple 50. Me llamó a la casa para invitarme al homenaje que le hacen sus fieles de siempre. En un edificio restaurado de la Habana Vieja, se apiñaron decenas de personas. Con su tabaco en la boca, sonriente pero nervioso, recibió los obsequios, algunos personales, otros institucionales. Mientras miraba las fotos de la galería, pensé que este hombre singular, saludador, afable, casi humilde (pero conciente de la trascendencia lograda), nos honraba a todos con su invitación y nos advertía: si quieren hacer arte, vivan muy atentos, porque la historia –la grande y la pequeña--, no espera.
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